Concebida y definida la construcción del futuro nacional como una hazaña cotidiana; “una hazaña necesaria y comprometida, más grande que nuestros problemas”, varios cientos de ciudadanos agrupados en decenas de organizaciones de la sociedad civil (ecologistas, feministas, conservacionistas, animalistas, demócratas, profesionistas diversos; académicos, ex funcionarios, ex candidatos presidenciales, empresarios y una variopinta concurrencia), presentaron ayer un “punto de partida” para lograr a “una nueva visión de país”.
Y quizá, algún día, una nueva organización nacional. Un país redefinido, renovado, fuera de las estructuras ya caducas del rancio presidencialismo iluminado.
La reunión, en el Centro de Convenciones WTC, tuvo en los varios oradores un tono de esperanzada alegría y el sombrío detalle de una ausencia fundamental entre quienes promovieron esta concurrencia de talentos y la enorme tormenta de ideas sobre el futuro de México, todo bajo la crítica profunda al actual estado de cosas y la actual conducción del Estado: el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien dio pasos fundacionales con su libro: “Por una democracia progresista”.
Si bien en los días anteriores a la reunión de arranque, “el punto de partida; no de llegada”, la autoridad histórica del ingeniero fue divulgada como garantía de calidad y seriedad de este planteamiento colectivo, su ausencia –desdén pactado, lo llamo yo–, fue interpretada –como siempre en su caso— como un exceso de prudencia, para no asumirse como uno más entre quienes en el fondo actúan, proponen, sugieren y hacen política ciudadana o no, en contra del actual gobierno.
Quizá no se quiso darles la razón a quienes dirían: hasta el ingeniero Cárdenas critica abiertamente a Andrés Manuel.
–¿Por qué?
–Porque toda convocatoria al cambio es en el fondo y en la superficie, una crítica a la actualidad y a sus responsables. En el paraíso, la Arcadia o la Utopía, no hay convocatoria al cambio.En las democracias s´pi. Y más en los sistemas disfuncionales, poipulista, como éste.
Nadie propondría una nueva visión de país, si la actual política desde el gobierno “transformador” y “revolucionario de las conciencias”, satisficiera –o al menos engañara–, a todos.
La acre censura a la polarización, el encono social; el surgimiento del odio entre los mexicanos, como signos distintivos de los tiempos actuales, significados por “la arbitrariedad del poder en su ejercicio y manejo de los recursos nacionales; la ausencia de transparencia, la manipulación, el uso político de la pobreza y la incitación al rencor, (Diego Valadés) ”, son planteamientos frente a los cuáles caerán las furias presidenciales de manera lapidaria (en varios sentidos) y en ese sentido (y con Lázaro como coordinador de asesores del presidente responsable de todo este caos), la cautela es comprensible.
Una cosa es participar y otra exhibirse
Pero más allá de esa precaución la mañana de ayer fue una especie de diluvio de ideas. Ideas brillantes algunas, originales otras; reiterativas las más.
Fue un ejercicio de análisis, de propuesta, de optimismo y también de reflexión, y en ese espacio reflexivo y cauteloso para no aparentar un “think tank” para aprovechamiento de algún partido (el único dirigente partidario allí presente era Dante Delgado, cuyo punto de vista siempre ha tenido similitudes con la movilidad política de los ciudadanos), vale la pena declarar la inutilidad de las ideas puras. O de las puras ideas.
Si todo este enciclopédico conjunto de propuestas en todos los temas imaginables, de la ecología a la educación; la industria energética y la salud, no se convierte en una plataforma aplicable, viable, capaz de seducir al electorado a través de algún partido o una alianza de partidos ejecutantes, será tan estéril como una buena semilla tirada en el pavimento.
Las ideas o el diagnóstico, en sí mismos, abandonados en el páramo de la cátedra y sin aplicación práctica, no sirven para nada si no se aplican a la realidad.
Aunque las dos se sirven de la pólvora, no son lo mismo pirotecnia y artillería.
Rafael Cardona