(A&K mil gracias)
México vive una situación muy compleja y difícil de entender, con el país dividido en tres grupos: Los que admiran a AMLO -hasta el delirio irracional-, quienes odian a AMLO -hasta el odio irracional- y un número muy significativo de mexicanos que, ante lo irracional, han optado por la indiferencia más absoluta. Cada quién a lo suyo.
En muchos casos -de los tres grupos- hay un sentimiento común: el desconocimiento y rechazo de la Ley como el elemento fundamental de convivencia entre aquellos que piensan y tienen intereses diferentes o aún contrarios. Desprecian eso que llamamos Estado de Derecho.
La ley es mucho más antigua que los conceptos de Estado o democracia, acompaña al hombre desde que éste entendió que sin ciertos límites y acuerdos no podría progresar y que el bien común era la garantía de su supervivencia. De esta forma las sociedades que reconocieron el imperio de la Ley evolucionaron y se desarrollaron mucho mejor que aquellas en que la imposición del más fuerte dominó por encima de la razón y el derecho.
Hace cuatro años, a la par de la inseguridad nacional, se instaló en México una guerra civil ideológica. Muchas regiones del país viven bajo la realidad de gobiernos paralelos, y las leyes de los grupos criminales se han impuesto bajo la consigna de “plata o plomo” con la complacencia -por decir lo menos- del Gobierno Federal y la incapacidad de los partidos políticos de oposición para significarse como un contrapeso efectivo.
Cuando la ley está acorralada y perseguida, desaparece la libertad. Es el escenario ideal de los autócratas y la principal amenaza para la democracia.
¿Existe la libertad de expresión en México? Si para poder ejercer el periodismo se requiere de la protección del Gobierno es poco probable que éste sea libre y objetivo. Todas las mañanas, los periodistas no afines al régimen, son señalados y amenazados por el Presidente o bien, si a un grupo criminal le estorba un periodista lo liquida. Asunto arreglado.
Hay muchas otras libertades que hoy no se pueden ejercer en condiciones mínimas: Libertad de tránsito -intente usted circular sin peligro por Zacatecas, Michoacán, Guanajuato, etc.-. Libertad de ejercer una profesión u oficio sin tener que pagar “derecho de piso o mordida”. Libertad de elegir a nuestros gobernantes sin la amenaza de cancelación de programas sociales o becas si pierde MORENA -entiéndase AMLO-, etc.
El caso de la Ministra de la SCJN, Yazmín Esquivel es el ejemplo más demoledor de las condiciones en las que se encuentra la Ley en México, no sólo se trata del clamor presidencial “no me vengan con que la ley es la ley”. Es mucho más grave, pues quién debería encarnar, desde la Corte, el más ejemplar cumplimiento de las leyes que nos rigen representa hoy abuso, trampa, opacidad e impunidad.
¿Por qué sorprendernos entonces de casos como el de Ovidio -sin ninguna denuncia en México-, el atentado a Ciro Gómez Leyva, las atrocidades en Zacatecas, los atropellos desde el poder ejecutivo y legislativo al INE y a otras instituciones? ¿Y el gobierno? En la grilla.
Hablar de democracia y justicia es muy necesario, pero lo indispensable es que en todos los foros y medios se hable del respeto y cumplimiento de la Ley. De todas las leyes. Y si no estamos de acuerdo con alguna ley, que se cambie con apego a la Constitución. No al capricho o conveniencia del Jefe Máximo.
Si queremos que prevalezcan las libertades individuales, el Estado de Derecho y la democracia, lo primero es cumplir y hacer cumplir la Ley. Los ciudadanos tenemos la última palabra.