No tienen remedio diría el clásico. El legado del gobierno de López Obrador en materia educativa será un desastre de proporciones monumentales: toda una generación sufre desde ya los impactos de la falta de rumbo, de la decisión de poner en manos de incompetentes la administración educativa antes, durante y después de la pandemia.
A simple observación destaca el impacto en los niños de primaria en el sector público, la evidencia está en la brecha generacional entre quienes pudieron tener un acompañamiento y los recursos para la enseñanza-aprendizaje. Hoy hay niños en segundo o tercero de primaria que no saben leer ni escribir de acuerdo al nivel que cursan.
La decisión fue pasarlos de grado sin importar si tienen los conocimientos indispensables, no hubo cursos remediales ni evaluación, que pasen con seis, parece que fue la orden.
Fueron casi dos años de pandemia, tuvimos tiempo suficiente entre la declaración del impacto que tendría el mundo a causa del Covid-19 y la llegada a México. Las instancias educativas apostaron por las clases vía televisión o a distancia, pero sin asegurar que llegaran a los destinatarios, miles de niños carecían de dispositivos adecuados, sus familias apenas tenían un pequeño celular que se lo iban turnando entre los hermanos.
Al regreso a las aulas en lugar de hacer las evaluaciones pertinentes para determinar las acciones siguieron como si nada hubiese pasado, a pesar de las advertencias de organismos internacionales de la brecha educativa que se generó por las diferencias que predominaron a lo largo de un año escolar.
Como no hubo una reparación de la infraestructura educativa los escolares regresaron a los planteles con daños de todo tipo, en aulas, baños, bardas perimetrales, entre otros. ¡Ah! pero el gobierno presumía que mandó 150 mil pesos a algunas escuelas, cantidad ridícula para hacer las reparaciones.
Los maestros sufrieron su parte, en los casi cuatro años de la administración en curso les ha faltado de todo, la mayoría debió recurrir a sus propias herramientas, muchos compraron materiales de su bolsa, la capacitación ha sido una calamidad, los libros de texto un desconcierto entre su contenido y distribución, bueno hasta tuvieron que darle el encargo al ejército, como casi todo lo que hace este gobierno.
En materia de calidad educativa según la OCDE México ocupa el lugar 102 de 137 y en presupuesto se ubica a media tabla con 6.2 por ciento del PIB, cuando Dinamarca que es el primer lugar destina 8 por ciento.
Se suspendieron programas que causaron graves daños a las familias como el cierre de las guarderías y el golpe severo que representó la eliminación de escuelas de tiempo completo, inexplicable decisión, y más si se considera que durante el primer cuatrimestre del año se ejerció casi 14 por ciento menos que un año atrás.
Cifras conservadoras estiman que cerca de medio millón de alumnos abandonaron los estudios y poco o nada se ha hecho para tratar de reincorporarlos.
Todo indica que la educación no está entre las prioridades del gobierno de López Obrador, quien ve en el sistema educativo una fábrica de votos, lo que se confirma con la designación de una secretaria con más formación partidista que educativa.
Otro tanto sucede con los ataques desde Palacio Nacional y el Conacyt contra la UNAM, el CIDE y otras instituciones, como nunca la ciencia y la tecnología están en el abandono.
Se dice que para saber cómo será en el futuro una generación hay que ver su desempeño escolar, esta vez no es necesario, desde ya miles de niños y jóvenes son los de la brecha del Covid-19.
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