Todos los esfuerzos que hagamos para lograr una convivencia en paz tienen sentido. Lo necesitamos. México lo necesita.
Es preciso dejar de lado cuanto nos divida. Lo hacen la intolerancia, la exclusión, la incomprensión, la discriminación y la violencia.
Lo hacen también las posiciones extremas, encontradas y confrontadas.
Nos divide el discurso del odio, la descalificación, el insulto, los sobrenombres ofensivos, la negación del otro.
Nos separan prejuicios sociales, jerarquizaciones frívolas, resentimientos remotos y recientes.
Nos ponen los unos frente a los otros la bravata, el agravio, la burla, expresiones del escarnio que suelen sucederse en caricaturizada y malograda sustitución del diálogo.
Nos hacen daño las acusaciones ligeras, las provocaciones, la falsa sensación o la imposible convicción de tener razón en todo, en oposición a los otros, que se equivocan en todo.
Por eso cuando los otros hablan, mienten; cuando opinan, yerran; cuando proponen, engañan; cuando se acercan, conspiran.
Es evidente que sucede y no hay nadie fuera de nosotros que pueda cambiarlo. Nadie más que nosotros, mexicanas y mexicanos de todas las edades, condiciones socioeconómicas, posiciones políticas, grados académicos, colonias, barrios, ejidos, somos quienes debemos corregir el rumbo, sacar al país de esta desavenencia sistemática y llevarlo a una convivencia en paz, con todas las diferencias que se quieran, pero en paz.
La convivencia en paz consiste en hablar y escuchar, en respetar y ser respetados, en tratar de comprender y de ser comprendidos, fuera de ideas preconcebidas, divergencias impuestas o estrategias polarizantes.
Para convivir en paz necesitamos asumirnos falibles, reconocer los derechos y la validez del otro, la posibilidad de que el otro y yo podamos ser nosotros y apreciarnos como interlocutores.
La convivencia en paz no es ausencia de guerra, conflicto o pleito. Es acción continua en favor de la unidad y de las grandes causas nacionales. No es dejar de pelear sino empezar a construir juntos lo que nadie podrá jamás construir solo o sólo con sus afines.
Cuánto más necesitamos convivir en paz desde que la violencia se hizo de un espacio entre nosotros y nos arrebata cien vidas cada día, desaparece a los nuestros, se ensaña particularmente con mujeres, ataca a los periodistas, lleva a niñas y niños y jóvenes mujeres al infierno de la trata, extorsiona a empresarios y trabajadores, nos arroja al sobresalto y no empuja al miedo.
Allí se encuentra lo que sí está del otro lado. No el que piensa diferente o tiene otras ideas políticas.
Sólo a partir de una convivencia sana, incluyente y comprensiva podemos enfrentar, solucionar y reducir la violencia que estalla en medio de nosotros aprovechando nuestras artificiales escisiones.
POR MAURICIO FARAH
SECRETARIO GENERAL DE SERVICIOS ADMINISTRATIVOS DEL SENADO Y ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS
@MFARAHG
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