Cada 31 de mayo, desde 1987, se busca sensibilizar a las personas para vivir un día sin fumar. Este año, el enfoque está orientado a explicar cómo este producto también amenaza al medio ambiente, por lo que expertos hablan del daño que esta industria genera a nivel global
Son conocidos los daños que provocan a la salud el fumar o consumir productos de tabaco, porque esta información ha llegado por igual a infantes que a adultos; en gran medida, tiene que ver con que la Organización Mundial de la Salud (OMS) instauró el Día Mundial Sin Tabaco, en 1987.
La adicción al tabaco es considerada una epidemia por la OMS, porque anualmente mata a ocho millones de fumadores en el mundo, sin contar los daños o las muertes de personas que se exponen de manera pasiva al humo tóxico de estos productos cancerígenos.
A 35 años de la creación de este día, la OMS decidió hacer un enfoque diferente y visibilizar ahora el daño que el planeta está recibiendo por esta macro industria. Así que busca exhortar acerca de la contaminación, deforestación y repercusiones que el tabaco genera en todas las latitudes.
“Yo insisto, ¿por qué nada más un día? Esto tiene que seguir después del 31 de mayo, cada mes y hacer actividades para mitigar las problemáticas del tabaco a nivel local, pero las autoridades se hacen de la vista gorda, hay una apatía inherente”, expresa José Gerardo Velasco Castañón, doctor en Ciencias con especialidad en Microbiología y presidente de la asociación civil Natusalud.
Al igual que él, especialistas en los sectores de sustentabilidad y agrícolas en México aportan su visión en torno a la problemática del tabaco en el medio ambiente y sobre cómo esto debería escalar tanto a nivel gubernamental como social.
El doctor Diego Rafael Pérez Salicrup, quien dirige el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM, campus Morelia, describe que su especialidad está enfocada en la ecología de recursos forestales, por lo que el tema del tabaco y su impacto ambiental le preocupa.
“Para producir esas hojas de tabaco hay una inversión ambiental brutal, de tal manera que una persona que consume 20 cigarrillos diarios, digamos por 50 años de su vida, podría estar consumiendo posiblemente 1.4 millones de litros más de agua que una persona que no fuma”, comparte el investigador de la UNAM.
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Olmo Axayacatl Bastida Cañada, maestro en Ciencias en horticultura y conductor del Podcast Agricultura, indica que el gran porcentaje del tabaco que se cosecha en México es para consumo nacional, a través de dos compañías que dominan el mercado: British American Tobacco y Tabacos del Pacífico Norte.
“La mayoría de la producción que se realiza en el país, y hablando específicamente del estado de Nayarit, que representa el 88 por ciento del tabaco producido, según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, casi todo el volumen de producción es para la fabricación de cigarrillos en el país”, comparte el especialista.
Los expertos aseguran que es importante visibilizar y combatir el problema, pero, sobre todo, crear conciencia, desde distintos frentes, sobre el daño que está viviendo el medio ambiente.
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Vapeadores: lo mismo con sabor a engaño
El negocio del tabaquismo ha sabido burlar y sortear a los consumidores, en específico, al mercado juvenil, esto lo resalta el doctor José Gerardo Velasco Castañón, presidente de la asociación civil Natusalud, con la insistente campaña que se ha hecho con los e-cigarettes o vapeadores, que al ser de sabores buscan impactar a adolescentes.
“La industria ha evolucionado, porque al comercializar los vapeadores lo que ellos quieren decir es que ‘sí, el tabaco hace daño, pero nosotros lo minimizamos con el uso de vapeadores, porque ya no es humo de tabaco’. Mentira, no es vapor, es un aerosol y tiene nicotina, sustancias aromatizantes, saborizantes y propilenglicol”, describe en videollamada desde Houston, Texas.
También se ha demostrado que estos productos contienen metales pesados, como cadmio, arsénico, plomo, cromo y mercurio, derivado del calentamiento de la resistencia del vapeador, describe el doctor en Ciencias con especialidad en Microbiología.
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Distribuir impuestos a investigación
Actualmente, México percibe más de 40 mil millones anuales del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), en específico de los productos de tabaco labrados, es decir, que han sido manufacturados o tienen un proceso industrial, de esta captación, el investigador del IIES-UNAM considera que un porcentaje debería destinarse a la conservación de áreas naturales de México.
“Desde el 2000, cada sexenio ha otorgado menos recursos a nuestro Sistema Nacional de Áreas Protegidas. Creo que, si el gobierno tuviera la capacidad de recibir más impuestos, a partir de las personas que fuman, para atenderlos adecuadamente, porque van a exigir mejor atención de salud, pero además, si parte de ese impuesto se va a los bosques tropicales, creo que sería un ganar-ganar para toda la sociedad”, subraya Diego Rafael Pérez Salicrup.
El Presupuesto de Egresos de la Federación destinado a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas es de 322 millones de pesos, cantidad muy por debajo de lo que se recauda con los impuestos percibidos por el erario en torno al IEPS; en estimaciones del Centro Mexicano de Derecho Ambiental, esto equivale a menos de 10 pesos por hectárea protegida en México.
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Opciones para la agricultura en lugar del Tabaco
México llegó a ser un país de abundancia en siembra y producción de tabaco; sin embargo, la realidad ahora es otra, porque los números han caído estrepitosamente, asegura Olmo Axayacatl Bastida Cañada, maestro en Ciencias en horticultura y conductor del Podcast Agricultura.
El experto explica cómo es que los agricultores en estados como Nayarit, Chiapas, Veracruz, Tabasco y Guerrero no tienen otra forma de vida y necesitan el apoyo para hacer una transición hacia otro producto agrícola.
“Hay que ver a esta gente que trabaja este cultivo, cuál puede ser el futuro a dedicarse, que le brinde estos ingresos y forma de vida, no sabría decirte yo qué es lo que viene (…) Hay que decirles que hay que brincar y ponerse a producir algo que en lugar de que afecte a la salud, sea provechoso”, comenta el maestro en Horticultura.
En 2020 se reportaron 6 mil 892 hectáreas cosechadas de tabaco en contraste con lo que sucedía hace 40 años, en 1980, donde eran alrededor de 41 mil hectáreas, para Bastida esta disminución merece una reflexión, por ello enfatiza en que comience un programa de transición con estos agricultores.
Fuente: Reporte Índigo
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