Espectáculos

Veintisiete años sin Kurt Cobain

Publicado por
Aletia Molina

Encender la televisión. Conectar la MTV, cuando todavía era un canal de música. Empezar a sonar el riff de guitarra de ‘Smell Like Teen Spirit’. Era casi un ritual de la adolescencia. Un paso previo a brincar y desgañitarse. Allí estaba Kurt Cobain, entre polvo y hormonas. ¿Quién no hubiese querido estar en aquel instituto? Tal vez, él mismo.

Los 90 sonaban caóticos. Guitarras distorsionadas y baterías profundas tronaban en locales de medio planeta. Era la banda sonora de Seattle, cuna del grunge. Pelos largos, camisas de franela, vaqueros desgastados y zapatillas eran su sello de identidad. Una generación marcada por el pesimismo existencial provocado por el consumismo y la despiadada competitividad, sinónimos del capitalismo. Uno de sus ídolos era Kurt Cobain, vocalista y guitarrista de Nirvana. Un tipo menudo, rubio y de aspecto enfermizo. Una persona que resumía la contracultura de principios de la década. Atrapada por la popularización de la misma. El 5 de abril de 1994 un disparo acabó con su vida. Un tiro que sintió toda una generación. Y que se palpa 27 años después.

Cobain nació el 20 de febrero de 1967 en Aberdeen, en el estado de Washington. Un niño sensible y con déficit de atención que más adelante reconocería sentirse encorsetado en la tradicional vida de la pequeña ciudad. A los 14 años, su tío Chuck le regaló una guitarra. El instrumento se convirtió en su particular refugio. Una forma de abstraerse de una complicada vida familiar, rota desde el divorcio de sus padres. Su interés por la música le llevó por los caminos del punk hasta que a finales de 1985 formó su primera banda, Fecal Matter, junto al bajista Krist Novoselic y el batería Aaron Burckhard. Trío al que Cobain rebautizó como Nirvana.

En Seattle ya eran conocidos. De la mano de Sub Pop Records, Nirvana publicó Bleach, su primer disco. No tendría una gran repercusión, pero puso el sonido del grupo del mapa. La escasa promoción, a juicio de Cobain, que recibió la banda por parte de la discografía hizo que la banda fichara por Geffen Records. Lo hicieron con nuevo material y nuevo batería, Dave Grohl. En 1991 salía Nevermind. El grupo que tocaba en los bares de Seattle tocaba el éxito planetario.

El segundo álbum de Nirvana despachó 30 millones de copias en todo el mundo. La turbia y depresiva musicalidad de la formación, con trazas de punk, heavy metal y también pop, trepó hasta lo más alto de las listas de éxitos. Smell like Teen Spirit a la cabeza. Las letras de Cobain transpiraban indignación, ironía y desencanto. Pasaron a ser bandera de millones de jóvenes de principios de los 90. Sin embargo, el vocalista no fue capaz de lidiar con la fama mundial. Ya había tenido devaneos con las drogas, pero fue por entonces cuando encontró a la que sería una de sus compañeras de vida: la heroína. Esta sería su mejor aliada contra el dolor crónico de estómago que padecía desde hacía años. Entre otros. «Llegó un punto en el que estaba de gira, tirado en el suelo, vomitando aire porque no podía ni ingerir agua. Salía a cantar y después vomitaba sangre. Eso no era vida, así que decidí automedicarme», comentó Cobain a Rolling Stone.

En 1992, Kobain se casó con Courtney Love, cantante y guitarrista de Hole. En agosto de ese mismo año nació su hija Frances Bean. La pareja estuvo cerca de perder la custodia de la niña tras reconocer su madre que se había inyectado heroína durante el embarazo. Las drogas formaron parte de su relación y afectaron a sus de por sí inestables personalidades. Su historia se transformó en una continua de disputa. Una batalla de estrellas del rock marinada en estupefacientes.

En septiembre de 1993 vería la luz el tercer largo de Nirvana, In Utero. Un disco en el que Cobain trató temas más personales como su matrimonio o su relación con la industria musical, siempre desde el punto de vista del hastío. El éxito fue inmediato, pero no lo disfrutó. Para él, el marketing había desvirtuado el movimiento grunge. La depresión pasó a ser uno de sus estados más frecuentes y solo encontraba consuelo en la heroína. En 1994, tocó por última vez suelo europeo. El 8 de febrero se presentaría en Madrid, ante 4.500 personas en el Pabellón de Deportes de la Comunidad de Madrid. Semanas después, en el descanso del concierto de la banda en Roma, su esposa le salvó de una sobredosis. Ingirió 67 pastillas del somnífero Rohipnol. Ese fue su primer intento de suicidio.

Al volver a Estados Unidos, tuvo una segunda tentativa, según Love. Ella misma la convenció para ingresar en una clínica de desintoxicación de Los Ángeles. Cobain se escaparía pocos días después. El músico regresó a Seattle. El 8 de abril de 1994 un electricista halló su cuerpo sin vida en el pabellón de invitados de su casa. Había fallecido tres días antes. A su alrededor, unas latas de cerveza, unas toallas y una carta de despedida. Un disparo en la cabeza fue la causa de la muerte.

El vocalista de Nirvana tenía 27 años, como Jim Morrison, Janis Joplin o Jimi Hendrix el día de su defunción. Cobain pasaba a incluirse en el conocido club de los 27. Cobain entraba en el Olimpo de la música. Un reino del que él mismo dudaba. En la nota que dejó, confesó que había perdido la ilusión por tocar. La depresión sin diagnosticar que, en cierta manera, padecía desde la tierna infancia segó su existencia.

Años después, hay teorías que apuntan a que el artista no se suicidó. Dicen que la nota que dejó parece estar escrita por dos personas distintas. Que llevaba tanta heroína encima que no hubiese sido capaz de empuñar un arma. Señalan a Courtney Love como persona tras la muerte de Cobain, supuestamente por asuntos financieros. Un mito que crece con el paso de los años. Pero, no tanto como la leyenda del propio músico.

Nirvana es parte del imaginario colectivo. De aquellos adolescentes de los 90 que pudieron testar el directo de la banda o saltar al ritmo de la MTV. Pero también de la generación del vídeo de Youtube y la reproducción de Spotify. La música no entiende de cronologías. Otro tema es que Cobain quisiese que su obra fuese una marca.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/

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Aletia Molina