El actor, director, luchador de artes marciales, filósofo y poeta Bruce Lee, que cumpliría este viernes 80 años de edad, fue un hombre dotado con mil talentos que murió trágicamente a los 32 años, pero que gracias a su extraordinaria carrera aún sigue muy presente en la memoria colectiva.
Lee, aunque nació en Estados Unidos (el 27 de noviembre de 1940, en San Francisco), creció en Hong Kong, donde realizó una veintena de películas que le convertirían en una estrella en China, entre ellas Love (Chun Kim, 1955), en la que interpretaba un personaje romántico, muy alejado de la imagen que luego se forjaría.
Había comenzado a trabajar ante las cámaras con apenas tres meses, en la película Golden gate girl (1941), y en su juventud compaginó la actuación con clases de baile y con las artes marciales; primero con la práctica del Tai Chi y después en el estilo Wing Chun, de la mano del maestro Yip Man.
Desde sus inicios destacó en este arte chino de la defensa personal, por mucho que algunos pensaran que sus problemas de visión le podían restar capacidad de reacción, y por eso en 1959, a su regreso a los Estados Unidos, decidió abrir su primera escuela de artes marciales, a la que llamó Jun Fan Gung-Fu Institute, en la ciudad de Seattle.
Lee combinaba la pasión por el deporte con sus estudios de filosofía en la Universidad de Washington, que consiguió sufragarse impartiendo clases de Wing Chun Kung Fu, y con una afición incipiente por escribir poesía centrada en la contemplación, la melancolía, el amor y la unión con la naturaleza.
Creaciones poéticas que en el año 1999 fueron recogidas por el escritor John Little, que consiguió reunir 21 de ellas en el libro Bruce Lee artist of life: Inspiration and insights from the world´s greatest martial artist.
Y es que, aunque poco conocido, Lee hizo profundas reflexiones sobre el ser humano, que luego trasladaba a sus combates, destacando el principio taoísta de la “no acción”, que señala que la mejor manera de enfrentar una situación, especialmente si es conflictiva, es no actuando.
De hecho, ese principio está muy presente en el Jeet Kune Do, el método de combate que él mismo creó en el año 1967, mezclando conceptos procedentes del Wing Chun, boxeo, esgrima, judo, kickboxing, tangsudo o lucha grecorromana.
No obstante, el talento de Lee abarcaba tantas facetas que a finales de los 60, tras realizar algunos pequeños cameos en cintas que nada tenían que ver con las artes marciales, como la detectivesca Marlowe (Marlowe, detective muy privado, 1969), la productora y distribuidora china Golden Harvest, realizó un pionero acuerdo con Hollywood para introducir las películas de Lee en el mercado occidental.
Una unión que propiciaría el éxito de cintas como The big boss (Karate a muerte en Bangkok, de Lo Wei, 1971), primer rol protagonista de Lee, que logró ser un éxito en la taquilla mundial, después de un accidentado rodaje para el que fue necesario rodar las escenas de acción a 32 fotogramas por segundo, en vez de los habituales 24, por la famosa rapidez de movimientos de Lee.
Apariciones cinematográficas que Lee intentó, sin éxito, extender a la pequeña pantalla con The warrior, una serie que él mismo desarrolló, pero que no llegó a producirse, sobre un experto en artes marciales que es enviado al lejano oeste.
El mismo Lee habló sobre su proyecto en una entrevista a finales de 1971 en The Pierre Berton Show, sin saber que un año después se estrenaría la serie Kung fu (1972), protagonizada por David Carradine y con una premisa muy similar: un monje shaolin viaja por el Lejano Oeste para encontrar a su hermano.
Algo que, sin embargo, no evitó que Lee siguiera con una prometedora carrera cinematográfica con cintas como Fist of fury (Furia oriental, de Lo Wei, 1972), su segunda colaboración con Golden Harvest, y The way of the dragon (El furor del dragón, 1972), cinta dirigida y producida por él mismo, con una antológica pelea entre Lee y el heptacampeón del mundo de kárate Chuck Norris.
Aunque quizás su cinta más exitosa fue Enter the dragon (Operación dragón, de Robert Clouse, 1973), una película que se conserva en el Registro Nacional de Cine de Estados Unidos, coproducida por la Warner Bros, pero que Lee no llegó a ver estrenada, al morir solamente seis días antes, el 20 de julio de 1973.
Tampoco pudo ver la repercusión de In my own process, una serie de cartas que escribió en sus últimos años de vida sobre sus inquietudes y las artes marciales, que definía como un arte que “exige ausencia de prejuicios, superstición e ignorancia”. Los textos no salieron a la luz hasta 2017.
Han pasado 47 años de su muerte en Hong Kong con tan solo 32 años y, según fuentes oficiales, debido a un edema cerebral causado por una reacción “extraña” a un analgésico que le habían recetado para una lesión de espalda. Una muerte que siempre ha estado envuelta en polémicas, con sospechas de asesinato.