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Chapojuicio contra México: Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Carlos Ferreyra

 

Lo cierto es que asuntos inmediatos, trascendentes, nos han traído ocupados y, cierto, distraídos sobre un tema que debería importarnos mucho: el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán que, de simple proceso contra un traficante de drogas, ha sido paulatinamente transformado en una condena anticipada contra el gobierno de México.

Tanto los fiscales como el abogado defensor del narco sinaloense han derivado con paciencia de cirujanos todo juicio, todo señalamiento hacia los que ellos han considerado los verdaderos culpables: el principal, Enrique Peña Nieto, presidente de México y de allí hacia abajo a mandos militares, jefes policiacos, gobernadores, alcaldes y muchos otros más.

Para exculpar a su defendido, el abogado encargado del asunto ha utilizado inclusive una publicación mexicana, “Proceso”, en cuya portada puede apreciarse al entonces director, Julio Scherer, cubierto por el hombro con gesto protector por el narco Ismael El Mayo Zambada, del que los defensores de El Chapo sostienen que es el verdadero capo del narco en México. Y el procesado como subalterno, nada más.

Un hijo de Zambada accedió a participar en lo que parece más bien un teatro bien montado, para aclarar que no es enemigo de El Chapo; eso, dentro del guion que pretende descargar culpas al delincuente para lanzarlas contra el gobierno mexicano, sus representantes y, claro, como personaje principal el mandatario en turno. Por ahora han dejado de lado a Andrés Manuel López Obrador, pero si les es útil también lo harán. Esperemos…

El proceso judicial se lleva a cabo en Nueva York y ha despertado muy poco interés entre los informadores de Estados Unidos. Quizá las partes que más destacan son la presencia de dos de las mujeres del narcotraficante, una de ellas la esposa oficial y la otra, pues su barragana. Ambas, conocidas en el medio delincuencial como “buchonas” por su presencia física espectacular; parecen dibujadas a mano y de hecho fueron elaboradas cuidadosamente por cirujanos muy aptos.

la cobertura periodística, mediana, parece responder al hecho de que no hay temas espectaculares, violencia, sexo y otras cuestiones que esperaban escuchar. Y no, desde luego, las opiniones y declaraciones de los llamados testigos protegidos inclúyase al hijo del Mayo Zambada, que como sabemos por añejas experiencias, declaran lo que les ordenan y no lo que corresponde a la realidad.

Un caso: el sujeto malencachado, con gesto de maloso profesional, simplemente lo soltó: la comadre María en la ciudad de México le entregó al presidente Enrique Peña Nieto cien millones de dólares. De acuerdo con los registros del sitio donde juzgan al narco mexicano, El Chapo Guzmán, él era “cercano”. Su nacionalidad, colombiana, y en los anales mexicanos no cuenta con prontuario o historia alguna. La comadre María, portadora de cien millones de dólares en efectivo… confianzuda.

Evidentemente El Chapo importa poco, está en poder de quienes lo quieren crucificar (lo merece) y sólo pueden encerrarlo de por vida. Acuerdos y convenios internacionales impiden que se apliquen castigos que no existen en México. No tenemos pena de muerte, pues.

El Chapo, oro molido, ha sido recibido con fanfarrias por las autoridades gringas que esperaban con ansia a quien les ayudaría a entablar un juicio sumario, radical, sin recovecos ni salidas legaloides, contra un país: México.

Ya lo tienen. Y cuentan con la complicidad embozada del defensor que cuando el acusador se desvía, el vuelve la atención hacia las autoridades mexicanas, al gobierno y a sus gobernantes. El juicio, debe quedar claro, no es contra un envenenador público, un asesino confeso, sino contra un país.

En el laberinto de la justicia a la legalona, como decía mi abuela, no caben dudas. Han presentado testigos que afirman así, sin más, que entregaron 250 millones de dólares; no, menos, cien millones de dólares al presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Como si tal cantidad la confiaran los narcos al idiota que tienen a la mano y éste fuese recibido así, sin más, por el destinatario del dinero. O sea, el sicario se anuncia en Los Pinos y el mandatario lo recibe con un aparato para contar el dinero y que no, como dicen en el argot periodístico, “le piquen los ojos”.

La mirada aquilina del juez que advierte sobre las declaraciones falsas no conmueve. Los que tienen memoria recuerdan a Rubén Zuno, para desacreditar a la justicia yanqui. El hermano de la señora Echeverría era dueño de la casa donde dieron muerte a Kike Camarena, un cuestionado agente antinarco.

Citado para declarar ante un tribunal yanqui, los cherifes al estilo americano lo aprendieron y metieron a una cárcel de alta seguridad. Juzgado, sin permitirle pruebas a su favor, murió en la cárcel.

En el caso del Chapo han sido convocados narcos menores, suramericanos que afirman haber sido conducto para entregar sobornos a todos aquellos que les han ordenado mencionar. Se admiten los testimonios como si fuese tan obvio el uso de delincuentes para facilitar que cualquier basura atestigüe sus crímenes.

De este juicio El Chapo quedará rechinando de limpio… el país, como lazo de cochino.

carlos_ferreyra_carrascp@hotmail.com

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José Cárdenas