El gobierno y la oposición de Venezuela volverán a medir fuerzas este domingo en las elecciones de gobernadores, en un país golpeado por cuatro meses de violentas protestas y hundido en una severa crisis económica y política, sin que se vea aún una posible solución.
Unos 18 millones de venezolanos están llamados a elegir a las máximas autoridades de los 23 estados del país, entre denuncias de irregularidades y la frustración de muchos que exigieron en las calles comicios generales, con la expectativa de sacar al presidente Nicolás Maduro del poder.
El cierre y la nueva ubicación a kilómetros de distancia de casi 300 centros electorales para dificultar el voto a más de 700 mil ciudadanos en zonas opositoras han provocado la reacción en las filas del antichavismo, justo el efecto contrario al buscado por la revolución.
Ante esta situación, los opositores a Maduro están creando grupos en las redes sociales para organizar la logística del transporte.
«Cambiaron mi centro de votación y lograron que se organice un mecanismo de traslado de votantes que, sin duda, permitirá mayor afluencia», afirmó la analista internacional Giovanna de Michele.
«La apuesta es que el pueblo no vote. Si había razones para votar, ahora hay más. Lo que queda en evidencia es que si tenemos el despliegue y la gente participa, Tibisay Lucena (presidenta del Consejo Nacional Electora)] no podrá quitarnos lo que es de nosotros», señaló Henrique Capriles, gobernador de Miranda inhabilitado por el gobierno.
La última artimaña revolucionaria para mitigar la derrota que pronostican todas las encuestas es un movimiento sin precedente, realizado de forma rápida durante 48 horas, apoyándose en el oscurantismo informativo y con la excusa de que en esas zonas se produjeron hechos violentos durante los comicios para la Asamblea Nacional Constituyente (ANC).
Los nuevos puntos para votar están alejados de los centros tradicionales, en zonas poco conocidas para esos votantes, incluyendo barrios chavistas.
Según el gobernador de Miranda, Henrique Capriles, debido a una “obsesión enfermiza” del gobierno de Nicolás Maduro, este estado fue el más afectado con la reubicación de los centros electorales.
Ante esta situación, aseguró que “el espacio no se lo vamos a dejar y no regalaremos nuestro voto”, por lo tanto, insistió en que los centros de votación que no fueron trasladados deberán tener una participación del 100%.
La estrategia electoral tiene un doble objetivo: dificultar el voto de los que ya están convencidos de hacerlo y desalentar aún más a los que han flirteado con la abstención desde el comienzo de la campaña.
«Estamos ante una nueva violación, que se suma al grueso expediente fraudulento de las rectoras» del CNE, denunció el alcalde del municipio Baruta, Gerardo Blyde, jefe de la campaña opositora.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ha extremado su campaña de comunicación, movilizando a sus dirigentes para que pongan en marcha una red de transporte hasta los nuevos centros electorales.
Las triquiñuelas del oficialismo forman parte de todas las campañas electorales, pero en esta ocasión el poder revolucionario está extremando su ingenio para empujar a la abstención de quienes lo combaten.
«Nunca antes un resultado electoral tuvo una descripción matemática tan sencilla: de producirse una amplia abstención, los números del descontento pueden diluirse y dar cabida a la capacidad de movilización y aglutinamiento del gobierno», resumió el politólogo Piero Trepiccione.
Pese a ello, los llamados se siguen sumando para animar el voto, aunque sea a regañadientes.
«Si se queda en su casa, propicia el camino para el fraude», dijo por su parte el cardenal Jorge Urosa, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Además de las trampas ya conocidas, ayer se recibieron las primeras denuncias de testigos de mesa de la oposición, a quienes les estaban impidiendo oficializar su presencia en los centros electorales.
El chavismo cuenta ahora con 20 de las 23 gobernaciones, pero los sondeos vaticinan que la MUD les puede arrebatar de 13 a 18 estados si se alcanza el 65 por ciento de voto nacional.
«Y si el voto es más masivo, el descontento se puede transversalizar y permear hasta las 23 gobernaciones», estimó el analista.
Fuente: La Crónica