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Se busca… democracia perdida. Por Carlos Ferreyra

Publicado por
José Cárdenas

Por Carlos Ferreyra 

 

Durante siete años recorrí los países de América Central y del Sur en distintas tareas periodísticas. Allí, en una u otra forma, pude constatar lo que es la democracia para el subcontinente, incluyámonos los mexicanos, y cómo hemos sido manipulados por los hombres del poder.

Hablemos del poder real, no necesariamente político sino principalmente económico. Son en estas esferas donde se acuerdan métodos y personajes que habrán de regir los destinos de los pueblos: “del Bravo a la Patagonia”, dice el dicho popular.

De las elecciones que me tocó presenciar, y voy a decir algo que causará prurito anal a la gusanera, las únicas en las que vi que realmente se ejercía y respetaba el voto ciudadano, fue en Cuba. Y puedo explicarlo aunque con la salvedad de que actualmente ignoro si se sigue practicando en la misma forma:

Pondré como ejemplo a la agencia “Prensa Latina” en donde luego de determinado número de análisis y discusiones principalmente en círculos de estudio, se llegó a la conclusión de que Pepe Arias, un flacucho excelente persona, era quien debía representar los intereses de la institución ante los órganos electorales.

Arias, cuando todo mundo se te acercaba y con voz misteriosa te confiaba lo duro que había sido actuar en la clandestinidad, se sabía cuál había sido su papel en la lucha revolucionaria: jovencito, 14 años, salía del pueblo donde moraba con sus padres y durante el día buscaba en los basureros cadenas y otros artículos similares.

En las noches cuando los policías no se atrevían a pisar las calles, Arias se lanzaba a los campos por donde pasaban los cables de alta tensión. Duraba en ocasiones horas, pero en algún momento lograba enganchar dos cables con una cadena provocando un corto que dejaba sin electricidad a toda una zona, una población o una región.

Bien, al seleccionar a Pepe Arias, pasaba a la siguiente etapa en el barrio, donde competía con otras personas que, a su vez, pasaban a un regional y de allí al municipio. Así, en escalera, hasta que eran electos para diputados o alguna otra responsabilidad.

El hecho es que se votaba por quien era conocido en su vida personal, en su vida profesional y en su posición política. No había imposición –eso puedo asegurarlo—del partido ni de la nomenklatura o la dirigencia de los centros laborales, que en mucho quedaban sujetos al juicio de esos nuevos comisarios políticos.

La historia en Argentina nos muestra que desde las fantasías peronistas y su ángel de la guarda, Eva, la democracia en ese país ha sido más que sueño, una pesadilla. Igual a la que convirtió la ilusión allendista en Chile en un infierno.

En general y pienso que como pésima copia de lo que sucede en Estados Unidos, las naciones suramericanas tenían como norma la participación  en comicios de dos partidos. En la cúpula de ambos, la plutocracia, los financieros, los industriales y grandes comerciantes, hoy en la izquierda moderada, mañana en un centro cristiano.

Así fue en Venezuela, fenómeno repetido en Colombia: un bipartidismo formal pero en realidad un control absoluto de un solo grupo político respaldado por los grandes capitales. Los dueños del país, pues.

Puede hacerse un repaso por otras naciones donde el fenómeno se repetía con mínimas variables. Pero al llegar a Centroamérica, todos los esquemas democráticos se iban  a la basura. Con partidos, algunos de breve vida, los mandatarios llegaban al poder y esperaban, con paciencia, a que les avisaran que a partir de hoy el militarote Fulano los sustituirá en un acto que calificaban de “sustitución institucional de los mandos nacionales”.

Me consta, así fue en Honduras y así fue en El Salvador. De paso, recordemos que en Argentina eran tan frecuentes los golpes militares, que cuando los tanques salían a las calles, respetuosos como son con las normas de tránsito, hacían alto frente a las luces rojas de los semáforos hasta que les daba El verde y podían continuar con su camino.

Por las razones expuestas no sólo no creo en la democracia, sino que pienso seriamente que ni siquiera ha sido inventada, salvo en textos de los teóricos políticos que se llenan la boca con tal expresión.

Digamos, en México ¿alguien en su sano juicio puede asegurar que tenemos un sistema democrático? Algunos lo califican de partidocrático, me temo que es más bien corruptocrático o impunocrático.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas