Vive México una elección decisiva no solo por el destino inmediato del poder en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz, sino porque está en juego el posicionamiento de los propios partidos políticos de cara al proceso electoral del 2018, que comenzó a las 18:01 horas de este domingo.
Esta jornada fue la última oportunidad para construir confianza en las reglas electorales.
Sin embargo…
Apostar al “madruguete” es insana y mañosa costumbre, es abonar el terreno en pos de litigio post electoral y la incertidumbre.
Nuestros políticos no aprenden por más que el pueblo se los reclama y eso debería darles vergüenza.
El arte de la anticipación es juego perverso; prolongación de la guerra electoral sucia, simbolizada con cabezas de marrano tiradas en Tecámac. Cuautitlán Izcalli y Tlalnepantla.
Cuando dos contendientes se proclaman simultáneamente ganadores, solo uno puede acertar, y el otro planteará un escenario dudoso, cuyo efecto final es la desconfianza total en el resultado.
Tal irresponsabilidad, de partidos y candidatos, termina como en los divorcios, donde hay tres “realidades”: la versión de la esposa, el dicho del marido y la realidad del conflicto, aunque esta última termine por saberse mucho después.
La urgencia en la proclamación del triunfo nos mete de lleno en la política ficción como dijo un clásico inolvidable.