Nuestro país vive una grave crisis de violencia. La afirmación no es lugar común y menos una vaguedad, los dicen cifras oficiales, datos de las organizaciones civiles… y los lamentos ciudadanos cotidianos.
En las últimas dos semanas, se han publicado cuatro documentos que muestran en blanco y negro el fracaso del Estado Mexicano para cumplir con su tarea primordial: garantizar la seguridad de la población.
Según los números del Gobierno Federal, marzo fue el mes con más homicidios en los últimos seis años. Desde 2011 no se había rebasado la barrera de las 2 mil muertes violentas en 30 días, 30% más que las registradas en febrero de este año.
Los asesinatos dolosos son la punta de la madeja roja. El delito elegido por la autoridad para medir sus niveles de eficacia en la lucha contra el crimen solo es muestra de un universo de malas noticias.
A los homicidios relacionados con el crimen organizado (7 de cada 10) debe sumarse el incremento en todos los demás delitos denunciados: robo a negocio (47%); extorsión (30%); secuestro (entre 18 y 19%); robo de vehículos (13%); violación (6%)…
Para el Observatorio Nacional Ciudadano, a cargo de Francisco Rivas, trece estados de la República atraviesan por una severa crisis de seguridad, del resto, la mayoría están en condiciones que van de mediocres a malas, y apenas el 10% vive en condiciones aceptables. Puntos en el mapa que antes eran considerados islas de paz, como Baja California, Baja California Sur y Querétaro, hoy son territorio secuestrado por el poder criminal.
Causas hay varias…
Por un lado, la debilidad estructural de las instituciones, la falta de capacitación policiaca sumada a la escasez de recursos y la mala preparación de agentes del Ministerio Público impiden terminar con la impunidad criminal que supera el 97%.
Para Santiago Roel, director de Semáforo Delictivo, el gran problema es no entrarle en serio a la legalización de las drogas. Dice que, si el Estado impone mecanismos de control al negocio de los estupefacientes, la violencia relacionada con los carteles se vendría abajo al eliminar gran parte de las motivaciones de las guerras “narcas”. Asegura que en algunas regiones la violencia se vendría abajo en un 80%. “México debe atrapar al negocio, para debilitar el poder económico de las mafias, de lo contrario, la violencia seguirá creciendo”, remata Roel.
Como sea, no hay soluciones sencillas a corto plazo…
Queda claro el fracaso de todas las autoridades a todos los niveles. Para la federación, el resultado de los últimos meses de violencia e inseguridad demuestran que el problema no es mediático como se pretendió hacer creer en un principio; los crímenes no desaparecen por dejar de hablar de ellos.
Tampoco se ha entendido la importancia de la depuración policiaca y de las instituciones de procuración de justicia, nadie cumple sus promesas, pese a que llevamos diez años de pesadilla. Tampoco el Poder Legislativo termina de cumplir; solamente en este último Periodo Ordinario de Sesiones se quedaron en el aire las leyes de Seguridad Interior y las que contemplan la institucionalización del Mando Mixto policial. ¿A los padres legisladores no les corre prisa?
Mientras, toma fuerza la encuesta de percepción de inseguridad urbana del INEGI, la cual revela que 7 de cada 10 mexicanos nos estamos volviendo locos de miedo… y percepción es realidad.
EL MONJE CIUDADANO: Catorce organizaciones de la sociedad civil encabezadas porMéxico Evalúa lanzan la campaña #MxSinHomicidios; propone acciones para consolidar a los cuerpos policíacos, reforzar los programas de desarme y prevención, sistematizar los mecanismos de análisis de información estadística y estrechar los lazos entre autoridades y población. La receta no es nueva, las organizaciones civiles hacen su trabajo. La mala noticia es que las propuestas deben ser instrumentadas por la misma autoridad que una y otra vez ha demostrado pocas ganas, por decir lo menos. A los de a pié no nos queda sino meter presión para evitar que los políticos evadan la solución del problema, quienes acostumbran buscarle problema a la solución.