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Blindaje a la corrupción

Publicado por
José Cárdenas

Los lavaderos

Colaboración de Carlos Ferreyra 

 

1.- Causó poco malestar y no en todos, cuando el procurador General, aspirante a Fiscal, Raúl Cervantes, anunció que blindaría por cinco años la información de la brasileña Oderbrecht y las comisiones y cohechos entregados a funcionarios del máximo nivel en Pemex. El dueño de la empresa fijó en diez millones de dólares las mordidas entregadas a la paraestatal mexicana, pero no sabremos por ahora a quién.

El blindaje a las raterías del sector gobierno, nació con la administración de Vicente Fox, periodo en el que también se suprimió la obligación  de obtener el permiso del Senado para salir a pasear, con familia o sin ella, pero a costa del erario.

Con el cínico anuncio, se conoció un video que muestra al ex director de la paraestatal, Emilio Lozoya, gastando 140 mil pesos diarios en transporte. La cifra, exageradísima, es real: habitante de Cuajimalpa, iba y venía en la mañana y luego iba y venía en la tarde a su casa en el helicóptero de la empresa.

Cuando estuvo al frente de Pemex, registró 700 vuelos en aeronaves oficiales, a centros de diversión, a Estados Unidos y Europa. Las visitas a ciudades balneario eran, para decirlo en forma coloquial, cotidianas.

2.- No hay recurso para obligar a Enrique Peña Nieto, por citar a un personaje destacado, a que revele los gastos de su campaña rumbo a la Presidencia y los inherentes a personal, equipo y demás para arribar a buen puerto.

De allí los  malévolos derivan la clara, evidente protección a los ladrones del erario. Pensamos en los dos Duarte, en Borge y ahora en Sandoval. No deberíamos dejar de mencionar a otros, pero son tantos que no alcanzaría el espacio.

Lo infame de los casos que están en las páginas rojas de los diarios, es que diputados, contralorías y organismos federales, sirvieron como papel sanitario. Los delincuentes prófugos y los encarcelados se mueren de risa esperando que se calmen las aguas para salir bien librados.

Los ampara el nuevo sistema de justicia, ridícula copia del sistema oral gringo, donde sale mejor librado el que plantea mejor su caso: implanta la duda razonable o muestra las señales derivadas de una persecución, de un enfrentamiento con violencia. El acusado muestra los moretones, pero el policía que lo apresó no puede enseñar sus lesiones. Cuestión de “protocolos”.

3.- En el caos en que queda la República, tenemos hechos a los que se da cabida en las crónicas policiacas pero sin considerar consecuencias. El primero, el muy sobado caso de Carlos Salomón, afirman que hijo del comandante policiaco Villuendas (pilluendas), célebre por su mano larga y su riqueza “bien habida”: Nunca ocultó sus malas artes.

El junior que ya es tremendo labregón con muchas peleas en la coliseo (juego de palabras entre albureros de la prehistoria), tripula un auto de millón y medio de pesos, sin registro, sin documentos y amparado por una póliza falsa de seguro.

Por puras mañas familiares, podría ser un auto “sustraído” a la propiedad de alguien. Después de todo el joven pachanguero y dormilón exhibe ingresos por mil pesos semanales. Nada qué hacer, igual espera las aguas mansas para cambiar su dictamen pericial y salir con modesta fianza… y sin pagar nada más. Conoce la tela y sabe dónde cortar.

4.- El segundo hecho que ya hemos comentado: el registro de automóviles en estados vecinos. Al ignoto dueño del Aston Martin de seis millones de pesos, registrado en Pilcaya, refugio campirano de Armando Salgado biógrafo y fotógrafo de Genaro Vázquez Rojas, donde pagó poco más de 300 pesos.

No se sabe en qué calidad está el vehículo pero tiene un permiso de circulación para el que entregó el importe respectivo, dijo dónde vive en la ciudad de México y se acabó. Nada de impuestos por importación, por tenencia, por lo que corresponda.

Y como lo hemos advertido con los registros en Morelos, el propietario del vehículo chocó, atropelló a dos jóvenes que iban en un modestísimo Fiat y dijo a sus escoltas “ái siarreglan…”

Si la consecuencia hubiese sido mayor, como en el caso anterior, no sabríamos si manejaba drogado, borracho o fue un descontrol a más de 120 por hora en zona urbana. Tranquilamente hubiese abandonado el auto y a ver cómo y en dónde lo localizan.

Justicia desquiciada y convenenciera; protección total a delincuentes gubernamentales; atropello a las leyes, los reglamentos y las normas de convivencia para captar unos cuantos centavos, y el país al borde del basurero. A nadie inquieta mientras podamos desahogarnos en las maravillosas redes sociales.

Para eso las inventaron, supongo…

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas