Economía

Populismo en Latinoamérica

Publicado por
José Cárdenas

Gabriel Casillas

 

 

 

 

Al inicio de mis estudios de licenciatura, adquirí un libro titulado “La macroeconomía del populismo en Latinoamérica”, publicado por The University of Chicago Press en 1989. El desaparecido Rudy Dornbusch –quien, en mi opinión, probablemente hubiera recibido el premio Nobel de economía si hubiera vivido unos años más-, y el distinguido economista chileno Sebastián Edwards –Profesor de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA)-, llevaron a cabo un compendio de artículos de carácter académico para documentar la experiencia de Latinoamérica en la instrumentación de políticas públicas de carácter populista durante los setenta y ochenta (¡Hace más de dos décadas!).

 

Cabe destacar que una de las conclusiones a las que llegaron Dornbusch y Edwards es que a pesar de que la instrumentación de las políticas populistas fue diferente en cada país, las consecuencias fueron muy similares. En este sentido, las economías latinoamericanas registraron una recuperación económica inicial, que desafortunadamente se convirtió en alta inflación, en donde los gobiernos respondieron con controles de precios y salarios, seguidos por escasez generalizada de bienes, sobrevaluación de los tipos de cambio y déficits públicos crecientes, que terminaron con episodios de fuga de capitales y devaluaciones significativas de la moneda, generando crisis económicas profundas y una subsecuente caída de los regímenes populistas. Una película “de terror” que muchos recordamos con gran resquemor y en donde algunos países han hecho “remakes” en los últimos años (e.g. Argentina, Brasil).

 

Para ser muy sincero, después de haberlo leído en los noventa, conservé el libro para tener una memoria histórica sólida sobre estos  eventos tan relevantes que marcaron a América Latina, que por sus resultados económicos tan negativos, se le ha llamado también “la década perdida”. Asimismo, resulta “práctico” tener “a la mano” cada fin de sexenio, datos duros sobre las políticas instrumentadas y el resultado al que se llegó. Como cada fin de sexenio -probablemente a finales de este año-, tocaba desempolvarlo y “echarle un vistazo” de nuevo. Desafortunadamente y de la manera menos esperada, lo desempolvé mucho antes de tiempo porque en Estados Unidos –el país líder de la globalización y del libre mercado y promotor de la ortodoxia económica-, la población optó por un presidente populista. De aquí el título de la presente columna tachando “latino” de la palabra “Latinoamérica”.

 

Un tema que tratan en varias partes del compendio es justamente la definición de “populismo económico”, que siempre ha sido un concepto controversial. En mi opinión, Dornbusch y Edwards lo definen de manera muy precisa y que concuerda al 100 por ciento con la experiencia empírica. Para ellos, el populismo económico es “una serie de políticas públicas que enfatizan en el crecimiento y la redistribución del ingreso, desestimando riesgos inflacionarios, deterioro de las finanzas públicas, restricciones externas y la reacción de los agentes económicos a políticas agresivas que no son de mercado”.

 

En el caso de Estados Unidos, las políticas públicas que el Presidente Trump ha comentado que desea llevar a cabo, han tenido el objetivo de crecimiento y redistribución del ingreso. Asimismo, considero que no hay duda de que al querer disminuir impuestos y expandir el gasto público de manera significativa, está desestimando los riesgos de deterioro fiscal e inflacionario. Pero más importante aún, las reacciones que se pueden llegar a observar al instrumentar políticas de corte proteccionista –anti-mercado-, tienen el potencial de no sólo no alcanzar los objetivos que se plantean, sino retroceder considerablemente en cuanto al crecimiento económico, así como de mejora de la distribución del ingreso. En este último punto, si bien los riesgos inflacionarios parecen acotados, cualquier encarecimiento de los bienes y servicios generado por aranceles, tarifas o alguna otra política proteccionista –incluyendo discursos o comentarios del President Trump sobre la localización geográfica de fábricas-, va a afectar más a los deciles más bajos de la población.

 

Ahora, donde me parece que EU es muy diferente a Latinoamérica, es que considero que EU puede “darse el lujo” de llevar a cabo políticas muy alejadas a la ortodoxia económica –al igual que varios países de Latinoamérica en los setenta y ochenta-, y aún así, no experimentar las consecuencias negativas tan profundas que se vivieron en estos países. ¿Por qué? Porque EU no enfrenta las restricciones externas que enfrentaron y enfrentan los países emergentes. En otras palabras, porque ante tanto ruido geopolítico –generado por el propio EU-, los inversionistas globales tienden a comprar los activos financieros más seguros del mundo, es decir, bonos del Tesoro americano –sin importar mucho el posible deterioro fiscal-, o acciones de empresas de EU, que podrían beneficiarse de la fase inicial de mayor crecimiento económico. Al final del día, por ejemplo, el Banco de la Reserva Federal (Fed) ha financiado de manera indirecta la deuda del gobierno federal –asunto impensable en Latinoamérica-, sin detonar una espiral inflacionaria, por ejemplo.

 

Así, aunque estoy seguro de que las políticas populistas de Trump pueden tener un impacto negativo muy profundo en el largo plazo, puede tener resultados económicos relativamente positivos al no enfrentar dichas “restricciones externas” en el corto y mediano plazo. Estas no son buenas noticias para el mundo, porque en ausencia de algún error que lo lleve a juicio político, Trump podría extender su estadía como Presidente hasta ocho años más y permear el populismo hacia países emergentes con la “esperanza” de poder instrumentar estas políticas, pero que ya sabemos que no sólo no tendrán los mismos resultados, sino que desencadenarán profundas crisis económicas.

 

@G_Casillas

 

*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF.

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José Cárdenas