Hay que entender el tono rijoso de la llamada telefónica de Trump a Peña Nieto, el viernes pasado, como una dura lección. Cuidado con los fascistas que acaban de llegar a la Casa Blanca, buenos para la intriga y la traición.
La filtración del ogro pendenciero, instrumentada por su asesor y secuaz Steve Bannon, aquí se lee como un acto hostil para dividir a los mexicanos y ponerlos en contra del Presidente Peña, cuya credibilidad ya de por sí anda por los suelos.
Queda claro que la táctica del rudo es golpear primero al oponente para doblarlo, noquearlo y después negociar con ventaja, como el propio Trump lo explica en su libro “Crippled America” (Estados Unidos Mutilados), escrito en 2015, cuando inicio el secuestro del Partido Republicano que lo llevó a la presidencia.
Trump no entiende que no entiende que hacer política no equivale a hacer negocios.
Peña, a su vez, debe tener bien claro que con Trump, en Washington, se acabó la diplomacia. De ahora en adelante, el diálogo con el presidente de Estados Unidos será un pleito callejero… no hay de otra.
Ahora la agencia de noticias Prensa Asociada (AP) aclara que, según fuentes oficiales de allá, Trump no habló de mandar tropas a México para combatir a los “bad hombres”; que los presidentes hablaron, sí, de colaboración estratégica para poner fuera de combate a los criminales rudos –“bad hombres”– que amenazan la seguridad de la frontera con Estados Unidos, porque las Fuerzas Armadas de México no están haciendo lo suficiente…
Más allá de la descalificación al trabajo periodístico, el gobierno mexicano esta siendo empujado por la oposición política a exhibir “su” transcripción de las partes clave de la dichosa llamada… igual que lo hizo la Casa Blanca; demostrar que detrás hubo dolo… y de paso despejar dudas entre la sociedad que reclama veracidad, transparencia y apertura, a cambio de unidad y confianza.
El Senado, rector de la política exterior, está dividido. PRI y Verde prefieren guardar silencio; PRD y PT optan por el griterío. Los opositores de Peña no se dan cuenta de que le están dando la razón a Trump que nos quiere confrontados para debilitar más al presidente de México.
Ante la insidia sembrada por Washington, Peña Nieto reclama respeto con dignidad y firmeza, por decir lo menos; dejar claro que no aceptará la sumisión, ni la política pendenciera del excentrico mandatario, menos la perversidad de su asesor, Steve Bannon; que si Trump quiere una buena relación con México, la única vía es el diálogo.
Peña Nieto no debe admitir el tono arrogante del presidente de Estados Unidos quien con sus amenazas migratorias, de seguridad y comerciales, busca el consenso de una opinión pública estadunidense dividida, y de paso meter presión a sus rivales demócratas en el Capitolio. Con mentiras, intenta legitimar su rencor.
Contrarrestar cada golpe bajo no será sencillo, el Gobierno Federal deberá echar mano de algo más que buenas formas y argumentos educados. En esta coyuntura, la ortodoxia es obstáculo. Pretender una batalla en las mismas condiciones nos pone en desventaja, pero recibir los golpes con estoicismo no es opción ante el tirano, ni ante nuestra sociedad, harta del lenguaje majadero del vecino rudo.
La nueva regla del juego es que no hay reglas. Así debemos entenderlo… y afrontarlo.
EL MONJE BRAVUCÓN: Por lo menos Peña Nieto debe provocar que Trump le cuelgue el teléfono, como al Primer Ministro de Australia, Malcolm Turnbull, quien reclamó el cumplimiento del compromiso firmado por Obama, para acoger a 1 mil 250 refugiados. En fin… El tono majadero de las llamadas de Trump va a continuar a pesar del impacto que pueda causar a la política exterior estadunidense… Es más, Trump advierte que la cosa se va a poner más dura; ¿sólo con Peña, Merkel, la ONU, o también con Putin? Para calmar al furibundo, propongo llamar al intenso Arne aus den Ruthen Haag, para que se vaya a tirar “jitomatazos”, “huevazos” y “pañalazos” (apestosos) a la Casa Blanca. Total, para loco, loco y medio… y cada quien sus virus.