Con Estados Unidos, no sumisión, ni guerra o ruptura, sólo diálogo y negociación, advierte, en pocas palabras, el canciller Luis Videgaray quien intenta calmar ánimos de pánico… poner límites, y evitar exhibirnos como un país vulnerable frente al vecino altanero.
El secretario de Relaciones Exteriores explica que el presidente Peña Nieto canceló su reunión con Trump, porque éste se atrevió a condicionar el encuentro a que México pagara por el muro que intenta construir en la frontera…
Entre líneas, Videgaray deja claro que será difícil acordar con el nuevo bravucón del barrio, por ser un trastornado narcisista megalómano a quien no le importan los otros y ni lo otro. El enorme poder de Trump, combinado con el desprecio a la negociación, y su necesidad de avasallar, dificultan el entendimiento. Apostar a la persuasión, simpatía y acercamiento, para hacerlo cambiar de opinión, es insuficiente, o por lo menos ingenuo.
La manera desbocada como el magnate manda, ha derivado en una serie de golpes a su legitimidad frente a media Unión Americana y medio mundo, incluido México, por razones de vecindad azarosa.
El desgaste provocado por el enfrentamiento con nuestro país por la amenaza de deportación de tres millones de migrantes, la inminente defunción del TLC, el agravio de construir la pared, y medidas como el veto a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, pone a México y a la comunidad internacional con los pelos de punta; muestra el extravío del gobernante más poderoso del planeta, quien abre, a diario, nuevos frentes de batalla, en afán de cumplir su una agenda desquiciada.
La prisa juega en contra de Trump; cada arrebato mete en aprietos al magnate gobernante, por lo tanto, si de algo debe echar mano el equipo del presidente Peña es de serenidad, paciencia y frialdad… y arroparse en la unidad estratégica, no en el nacionalismo simplón de los discursos de papel y el desahogo de las banderitas mexicanas en redes sociales.
“No debemos responder a Trump con aldeanismo patriotero, sino trazar la línea que no estamos dispuestos a cruzar. Ante el enemigo común, debe desplegarse la variedad de los intereses nacionales y eso incluye, necesariamente la manifestación de la desconfianza, sin silencio”, recomienda el analista Jesús Silva-Herzog Márquez.
Tras días aciagos, queda claro que el mundo no se va a acabar con el fin del Tratado de Libre Comercio –que para Trump es afrenta– y que el tema migratorio, con todo y sus implicaciones humanitarias, presenta escenarios de miedo, más o menos previsibles.
No se trata de minimizar el peligro. Los intentos de chantaje y humillación van a seguir; nuestro país no está a salvo de los embates del fascismo del gringo antipático, sin embargo, es un hecho que el miedo al Trumpocalipsis resulta pésimo consejero.
Soportar, negociar con firmeza y esperar el desgaste del gobierno estadunidense nos coloca en una posición más sólida para amortiguar las consecuencias nocivas de una política cargada de rencor.
La situación es compleja, la vecindad con Estados Unidos es un acertijo… pero México no acaba donde Trump empieza.
EL MONJE POLÍTICO: A los gobernantes hay que juzgarlos por lo que hacen y deshacen, no por lo que dicen, advierte Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, quien conoce al iracundo Trump, al derecho y al revés; de pies a cabeza. Eso no quiere decir que no debamos tomar en serio al demagogo narcisista; el reto para México es cuándo y cómo reaccionar frente a las amenazas del gobernante racista, quien batalla por pasar de los dichos a los hechos….