Gabriel Casillas
Es muy entendible el enojo de la población. Encarecimiento del dólar de cerca de 65 por ciento de junio 2014 a la fecha, escándalos de corrupción desde el gobierno federal hasta estatal -en donde hasta los «prometedores» ex gobernadores jóvenes, están acusados-, anécdotas de funcionarios públicos de antaño y empresarios que dicen que no habían visto estos niveles de corrupción en los últimos treinta años, deuda pública que creció significativamente (de 38 por ciento del PIB en 2012 a 51 por ciento si tomamos la definición más amplia de deuda de SHCP) y de repente, un alza inesperada e inusitada de los precios de la gasolina. Inesperada porque el Presidente había dicho que con la reforma energética pagaríamos una gasolina más barata. Inusitada porque desde 2002 a la fecha no había habido un incremento quincenal de más de 3.6 por ciento en los precios de la gasolina vs. el aumento promedio actual de 14.4 por ciento. Creo que no se necesita ser un científico de ningún tipo para darse cuenta de que esto es lo que la mayoría de la población percibe y por lo que hay un enojo generalizado en la población.
No obstante lo anterior, considero que es muy importante entender las verdaderas causas que explican los fenómenos que estamos observando. Esto es clave porque a todos los niveles socioeconómicos e inclusive intelectuales veo que en muchas ocasiones sólo se ven las consecuencias y nublados por el enojo, echan la culpa a aspectos que no los provocaron, acrecentando el enojo, sin duda contra el gobierno, pero particularmente en contra de las reformas estructurales.
(1) Tipo de cambio y deuda pública. No hay duda que el precio se ha depreciado por razones propias, pero una gran parte de la dinámica adversa que hemos visto desde junio de 2014, tiene que ver con el fortalecimiento del dólar. El fin del estímulo cuantitativo, así como el inicio de la normalización de tasas de interés del Banco de la Reserva Federal de EU (Fed) son responsables de este fenómeno. De hecho, el dólar se ha apreciado cerca de 22 por ciento en promedio con respecto a las principales divisas emergentes (índice de divisas emergentes de JPMorgan). En mi opinión, prácticamente esto es lo que no tiene que ver con el peso mexicano, que en términos de tipo de cambio peso-dólar, equivaldría un fortalecimiento del dólar con respecto al peso de 12.80 en junio de 2014, a 15.60. El resto, de 15.60 a la cotización actual alrededor de 21 pesos por dólar responde principalmente a cuatro factores: (a) Especulación sobre la posibilidad de que las políticas de Donald Trump afecten a nuestro país; (b) el hecho de que nuestra moneda se utilice como instrumento de cobertura, tema que ha ido disminuyendo con el alza de tasas que ha instrumentado el Banco de México desde el año pasado; el que considero más importante por ser estructural (c) caída de los precios del petróleo que no sólo provocaron que se deterioraran las finanzas públicas de nuestro país –en donde prácticamente en todo momento, dichas pérdidas han sido cubiertas por los mayores ingresos que se han obtenido gracias a la reforma fiscal, así como a la cobertura petrolera-, sino que perdiera atractivo la reforma energética y que se pospusieran los beneficios de esta reforma. A su vez, esto vino acompañado de una caída significativa en la producción de petróleo, que con menores precios de venta y mayor complejidad en la extracción de los pozos actuales, han dificultado la capacidad de Pemex de estabilizar la producción. Con esto también se fueron incumpliendo los pronósticos de crecimiento del PIB que se hicieron en 2013 para los próximos cinco años, particularmente las previsiones de inversión extranjera tanto directa, como puramente financiera; y donde sí tiene que ver el gobierno (d) derivado de lo que comenté en el punto anterior, ha sido más difícil para el gobierno cumplir con las metas de deuda pública. Si bien la trayectoria adversa del tipo de cambio ha aportado cerca de 4 puntos porcentuales del PIB al cociente deuda/PIB, lo que más molesta a la población es la paradoja en donde ha aumentado el endeudamiento, pero irónicamente se tienen los niveles más altos de recaudación en la historia -gracias a una reforma fiscal recaudatoria y acciones más agresivas del SAT-, y los niveles de inversión pública son muy bajos.
(2) Gasolinazo, credibilidad y sensibilidad política del gobierno. Desafortunadamente esta administración se ha acabado su capital político y no tiene mucha credibilidad con la población, poniéndolo como el blanco perfecto para adjudicarle la culpa de todo. Pero esto no es cierto. Las reformas estructurales son en su mayoría, excelentes reformas. Desafortunadamente los resultados positivos se están tardando más en notar y los que la población considera como negativos, como el alza de impuestos ya se dio y de manera muy rápida con la reforma fiscal. Los precios de la gasolina se tenían que liberalizar. Es lo correcto para que nuestro país continue un camino de mayor crecimiento económico. Lo que le faltó a esta administración fue una mucho mayor sensibilidad política. Debido a que los precios de las gasolinas es de lo más delicado que hay políticamente hablando, considero que era mejor recortar gasto público y dirigirlo a lograr un ajuste gradual, que hacerlo de tajo.
@G_Casillas
*El autor es Director General Adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte.