Quieren reconectarse con las tierras donde nacieron, en las que tienen abuelos que a menudo no han visto por 20 años. Pero esa no es la única razón por la que muchos «dreamers» están viajando al exterior.
Numerosos jóvenes que fueron traídos ilegalmente al país cuando eran niños y se acogieron a un programa que deja en suspenso sus deportaciones quieren que el gobierno estampe en sus pasaportes un sello de entrada legal cuando regresen a Estados Unidos.
«Es una ayuda para nosotros en el futuro», asegura Guadalupe Vidal, una estudiante mexicana de 31 años sin autorización para vivir en Estados Unidos que planea viajar a su país natal en enero gracias al programa de alivio migratorio del gobierno de Barack Obama conocido como DACA.
«Si esa es una de las ventajas que tengo, ¿porque no sacarle provecho?», dice Vidal, que viajará con otros estudiantes de su carrera de ciencias políticas en City College of New York, en Manhattan.
Los jóvenes que se acogieron al DACA están autorizados a trabajar y también pueden salir del país por motivos educativos, humanitarios o laborales y volver a ingresar. Abogados de inmigración dicen que el sello en sus pasaportes reflejando su ingreso legal al país podría ser importante en caso de que el presidente electo Donald Trump cumpla su amenaza de anular los alivios migratorios de Obama.
Durante la campaña electoral Trump propuso la creación de un amplio muro a lo largo de toda la frontera entre México y Estados Unidos, habló de deportar masivamente a los inmigrantes que se encuentran en el país sin autorización y también dijo que anularía las órdenes ejecutivas de Obama que beneficiaron a los «dreamers» en el 2012.
Tener registrada una entrada legal a Estados Unidos ayudaría a ajustar el estatus migratorio de alguien que en el futuro encuentre alguna vía para la residencia legal, como el matrimonio con un ciudadano estadounidense.
«Algunos de los 700.000 jóvenes afectados por esto probablemente cuenten con alguna ruta hacia la residencia permanente, y si la tienen y viajan, y son readmitidos al país, su entrada queda legalmente registrada y eso podría ayudarles a obtener un estatus legal», dijo William Stock, presidente de la Asociación Estadounidense de Abogados de Inmigración.
El programa de alivio migratorio que beneficia a Vidal y a más de 740.000 jóvenes en el país fue impuesto por Obama en el 2012.
No muchos jóvenes, sin embargo, han aprovechado la oportunidad de viajar y obtener un sello de entrada legal al país: hasta el 31 de diciembre del 2015, sólo 22.340 fueron autorizados por el gobierno para viajar, indican datos de los Servicios de Control de Inmigración y Ciudadanía.
Trump suavizó su postura recientemente y dijo durante una entrevista con la revista Time que hará algo para ayudar a estos jóvenes «que fueron traídos aquí a una edad muy temprana, que han trabajado aquí, que han ido a la escuela aquí». Aseguró que reemplazará el programa de protección de Obama con otro «que hará que la gente se sienta feliz y orgullosa».
También ha dicho que de entrada se concentrará en la deportación de personas que han cometido delitos.
Aún así, organizaciones de ayuda a inmigrantes, abogados y universidades recomiendan a los jóvenes con el alivio migratorio que si viajan lo hagan antes del 20 de enero, cuando Trump asumirá la presidencia. Dicen temer que una vez en la Casa Blanca Trump elimine el programa de forma inmediata, tal y como que dijo que haría durante su campaña electoral. Si eso ocurriera, los jóvenes viajeros podrían no ser readmitidos en Estados Unidos.
También hay abogados como Stock que no recomiendan viajar a menos que sea totalmente necesario. El experto explicó que jóvenes con el alivio migratorio usan documentos llamados «parole» que les autorizan a viajar, pero que la decisión final sobre su ingreso en el país queda a discreción de los agentes federales de inmigración que miran sus pasaportes en el aeropuerto.
Anthony Bucci, portavoz de la Agencia de Aduanas y Control Fronterizo, dijo que su agencia «no puede especular» sobre cuánto tardarían los agentes de inmigración en denegar la entrada a los jóvenes del programa si Trump lo eliminara de forma inmediata.
Nancy López-Ramírez, una mexicana de 20 años, está dispuesta a correr el riesgo. La joven estudiante de City College planea viajar junto a Vidal a Oaxaca del 1 al 15 de enero para saber más sobre México, pero también para lograr el codiciado sello en su pasaporte.
«Estoy un poco nerviosa pero creo que, al final, va a valer la pena», aseguró la inmigrante, quien fue traída a Estados Unidos por su familia cuando tenía cuatro años.
Tatyana Kleyn, la profesora de la universidad que organiza el viaje cada año, dijo que el interés de los estudiantes por ir a México aumentó después de las elecciones presidenciales.
«En nuestro autobús ahora caben 18 pero vamos a llevar a 20», explicó. «Para muchos esto es como una última oportunidad».
Fuente: La Razón