La caída de Javier Duarte de Ochoa no es noticia; se sabía de antemano; era cuestión de tiempo.
El gobernador de Veracruz, repudiado por su partido, condenado por las redes sociales, enflaquecido, abandonado y harto de difamaciones y calumnias, deambulaba como zombi por los pantanos de la política. Prefirió tirar la toalla por la tele, con Carlos Loret de Mola, en vivo, en directo, y a todo color, antes que asumir la vergüenza de presentarse ante el Congreso del Estado para solicitar licencia. Mejor encargó a su secretario particular cumplir con el trámite y no dar la cara ante los diputados que fueron incondicionales de sus caprichos.
La nada sorpresiva decisión de Javier Duarte se hizo pública, horas después de un encuentro nocturno con el Secretario de Gobernación.
–¿Usted cree en coincidencias?
Duarte afirma que nadie le exigió pedir licencia; que no saldrá corriendo de Veracruz; que nada debe ni teme; que se va por amor a su estado; que no es rico ni ratero…
El hecho es que se rompió el lazo que sostenía al Porky mayor colgado de la Federación, después de la suspensión de derechos recetada por la Comisión de Justicia Partidaria del PRI.
Duarte, solito se metió a un callejón sin salida.
Tiene cuentas pendientes con el SAT y la Auditoría Superior de la Federación; la PGR investiga 30 denuncias contra Duarte y compinches por peculado, enriquecimiento ilícito, uso indebido de funciones y desvío de recursos.
Las irregularidades cometidas por el impresentable gobernador veracruzano y su banda superan los 100 mil millones de pesos y aunque el ahora ‘licenciado’ haya dicho que no meterá las manos al fuego por nadie, la complicidad de sus más cercanos apunta, a la autoría intelectual de graves fechorías de enorme responsabilidad.
El juicio de procedencia parece inevitable.
Duarte conservará el fuero hasta que el Congreso federal decida lo contrario, y no existan obstáculos legales ni políticos para consignarlo ante la justicia.
Con este pronóstico tormentoso cualquier posible absolución resulta ilógica; una resolución apegada a la ley en favor del ‘condenado’ veracruzano sería devastadora para la credibilidad de las instituciones federales.
Javier Duarte no parece resignarse a un destino tras las rejas; intentará exorcizar sus marranadas.
El gobernador panista electo, Miguel Ángel Yunes –a quien Duarte acusa de ratero y pederasta– con el cuchillo entre los dientes, advierte que no habrá piedad para su antecesor; que lo hará pagar cargo por haber saqueado a Veracruz.
Todo apunta que el secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, será el gobernador interino de aquí al 30 de noviembre; ¿tiempo suficiente para apagar la luz y cerrar la reja con candado?
EL MONJE JAROCHÓN: Ay que bonito es bailar/ el son del tilingo lingo/ que lo pueden zapatear/ tanto chino como gringo. Ay repica, pica, pica/ repica y repiqueteando/ qué bonitos qué bonitos/ todos los que están bailando/ ¿incluido el marranón?/ Ay tilín, tilín, tilín/ Ay tolón, tolón, tolón…