Hace cinco años los técnicos del fútbol base de la Federación Española advertían de una generación de futbolistas islandeses que tenía una pinta excelente. Era la que llevó a la sub 21 de Islandia al Europeo de Dinamarca, que ganaría España con De Gea. Thiago, Mata, Ander, Javi Martínez, Adrián… Era la primera vez que el fútbol islandés llegaba tan alto. Pocos prestaron atención a aquellos avisos. Hoy, con un ramillete de esa generación nacida entre 1988 y 1991, Islandia es el asombro de Europa, la vergüenza de Inglaterra y una de las mejores ocho selecciones del viejo continente.
Jugadores sin nombre, sin presencia en los grandes de Europa están hoy en boca de todos por su gesta en la Euro francesa. Genial titulaba ayer L’Equipe con una foto de Aron Gunnarsson recordando a un feroz vikingo el plena celebración de una victoria.Es la imagen de un milagro, el de un país con 300.000 habitantes -cualquiera de las capitales de los otros siete equipos de cuartos supera esa cifra al tener Cardiff 346.000- que ha tumbado a los inventores del fútbol.
Ese milagro islandés, prolongado al baloncesto al meter a su selección en el pasado Eurobasket, tiene detrás un original modelo de trabajo. A principios de este siglo se comenzaron a poner las bases para desarrollar el fútbol en un lugar en el que su latitud lo marca todo. De repente, Islandia ha dejado de ser ese país en el que una derrota -como la de la España de Miera en 1991- era una humillación. La KSI (Federación Islandesa de Fútbol) comenzó a llenar la isla de campos de fútbol y a pensar en estadios cubiertos. El fútbol islandés comenzó a estructurarse desde la base con un dibujo piramidal que hoy da unos frutos extraordinarios.
Con sólo 69 años de existencia -su Federación fue fundaba en 1947- nada queda ya de aquel equipo que el 2 de junio de 1957 pisó por primera vez suelo francés para perder 8-0 con Francia en Nantes. Ahora la horda vikinga que dirige el sueco Lagerbäck tiene detrás a muchos más que sus 300.000 compatriotas.
Fuente: Marca