Se van Beltrones, Basave y ¿Osorio? por la puerta de atrás; pagan la factura del desastre. En un medio en el que la derrota es huérfana, cada cual asume la paternidad del fracaso; aún cuando ninguno de los tres sea responsable único la vida les da el “guadañazo”.
Beltrones sale del PRI por la estrepitosa derrota del 5 de junio que puso fin a los anhelos de quien algunos consideraban el hombre más poderoso de México, después del Presidente de la República, claro. El colmillo retorcido y la habilidad política del sonorense en la arena parlamentaria no transitó al campo de batalla electoral. En un partido donde quien manda, manda más y los gobernadores sólo operan la voluntad “divina”, el líder oficial tiene cargando el peso del fracaso.
A diferencia de otros, Manlio llegó con carta blanca, amplio margen de maniobra y autonomía suficiente para ordenar la estrategia política; organizó todo para ganar, pero no contaba con la ineptitud de algunos gobernadores nefastos y “reteapendejados”.
Frente al abuso y corrupción de los Duarte, en Veracruz y Chihuahua, el autoritarismo de Borge, en Quintana Roo, y el desastre de Torre Cantú en Tamaulipas, poco podía hacer El Padrino Don Beltrone. Los votantes, hartos de tanto cinismo dieron la espalda al tricolor.
Beltrones se va porque no le queda otra. Su renuncia sepulta cualquier aspiración; queda libre el camino del 2018 para los hombres del Presidente. El candidato oficial saldrá del equipo de Los Pinos, que gane, será otra historia.
Basave no se va, lo echan las tribus perredistas; “amablemente” lo invitaron a la cena de negros que le provocó diarrea. Usado por Los Chuchos de Nueva Izquierda para no entregar el poder, Agustín acabó de chivo expiatorio.
No hay sorpresas, el honorable catedrático fue blanco fácil de las hienas carroñeras; tomó el partido en picada tras la desastrosa gestión de Carlos Navarrete marcada de inicio a fin por la tragedia de Ayotzinapa y rematada por la debacle electoral en la Ciudad de México. La estrategia de las alianzas, cuestionada desde adentro, pospuso la desintegración perredista pero no logró detener el proceso de descomposición que tiene al partido del Sol Azteca en proceso de extinción, o por lo menos, al borde del infierno.
Osorio se va con la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser. Sus virtudes fueron espejismo desmoronado por la tragedia del fin de semana. Esta misma tarde dirá podría decir adiós para siempre. Juan Carlos Osorio –¿pensaba usted en otro Osorio?– regresa a su tierra con la cola entre las patas por haber logrado la peor goleada de la historia de la Selección Mexicana, en partidos oficiales.
EL MONJE ESPANTADO: En esta hora política, sólo brilla el acero de los cuchillos largos.