Detrás de la resistencia a la reforma educativa los demonios andan sueltos; grupos afines a la CNTE oaxaqueña enseñan cuernos y cola, buscan aprovechar la turbulencia magisterial para conseguir lo imposible, a la mala.
La batalla de Nochixtlán revela que Oaxaca es una peligrosa trampa.
Dos días de hechos violentos han costado la vida de 6 personas (los rijosos hablan de ocho) y heridas a 108 (55 policías –ocho por arma de fuego– y 53 civiles; hay 21 detenidos, según el gobierno estatal.
Sin embargo los hechos violentos no quedan precisamente claros.
La Policía Federal habla de defensa propia, de una “emboscada” orquestada después del desalojo de la carretera Oaxaca-Puebla; uniformados lesionados por arma de fuego y el uso de cohetones sustentan la versión, pero las muertes de los civiles y las primeras versiones de la Comisión Nacional de Seguridad llaman a sospecha.
Mientras un boletín oficial hablaba de policías desarmados, fotografías captadas por el periodista Jorge Arturo Pérez Alonso, corresponsal de la agencia Cuartoscuro, muestran a federales disparando fusiles de asalto; a primera vista todo parecía una manifestación brutalmente reprimida.
Conforme avanzan las horas las piezas del rompecabezas comienzan a embonar.
No estaban tan equivocados quienes creían que la Sección 22 estaba menguada tras los golpes a la cúpula dirigente y a la estructura del movimiento de resistencia, tras la detención de Rubén Núñez Ginez y Francisco Villalobos, pero no así la red de organizaciones “afines” a los maestros rebeldes que siguen haciendo de la política oaxaqueña un juego perverso de corrupción y chantajes.
Once grupos podrían estar involucrados en los hechos del domingo. El Frente Popular Revolucionario, el Frente Popular Francisco Villa, el Comité de Defensa de los Intereses del Pueblo, el Movimiento Agrario Independiente Zapatista, el Frente Amplio de Lucha Popular, el Frente Popular Democrático, el Frente Indígena de Liberación Nacional, el Movimiento Insurgencia Civil, la Coalición Obrero, Campesina y Estudiantil, el Movimiento de Unificación de Lucha Triqui y el Frente Indígena Binacional, han aprovechado el calor de las llamas del infierno.
Así como la Sección 22 defiende un estatus otorgado por viejas concesiones de gobiernos priistas en el estado, los activistas del caos han olido sangre y van por todo, como lo hicieron en 2006. Queda demostrado que no dudarán en llegar a las últimas consecuencias y de ser necesario, reventar los equilibrios de un estado cuya gobernabilidad pende de un hilo muy delgado, tal como ocurrió hace diez años en medio de otra coyuntura electoral Federal ante un gobernador –Ulises Ruiz– rebasado por las circunstancias.
Hoy, la reforma educativa coincide con el proceso de relevo en el gobierno del estado. Gabino Cué se va y deja instituciones debilitadas a Alejandro Murat quien aún sin haber asumido el poder ya tiene su primer gran dolor de muelas.
La crisis ya se veía venir. Los inconformes se habían tardado en utilizar métodos más violentos y mortales.
Las autoridades estatales y federales están obligadas a actuar de inmediato con firmeza, con la ley en la mano, para evitar que la “revuelta” se ponga peor. La estabilidad del Estado de Derecho está en alto riesgo.
EL MONJE PROFETA: La contaminación oaxaqueña no tarda en cundir como el pánico en Chiapas, Guerrero y tal vez Michoacán.