Diario de un Reportero
Colaboración de Ramsés Ancira
Mientras las fuerzas más conservadoras hacen caravana con sombrero ajeno y llevan agua a su molino atribuyendo al presidente Peña Nieto las derrotas del PRI por el único acto progresista e igualitario de su administración: legalizar el casamiento de dos personas adultas que así lo deseen, cualquiera que sea su sexo, se cumplen 45 años del segundo genocidio cometido durante las administraciones priistas, le conocemos como Halconazo.
La forma en que Luis Echeverría Álvarez explicó los sucesos ocurridos el 10 de junio de 1971 movería a risa si no fuera una tragedia. Simplemente, dijo, fue un enfrentamiento entre estudiantes y no hubo muertos. Luego “ordenó una investigación” corrió al jefe del gobierno del Distrito Federal.
Pero no fue así, por supuesto que no fue así, la masacre ni siquiera se limitó a los participantes en la marcha, la primera después del dos de octubre de 1971, sino como lo atestiguó cámara en mano el fotoperiodista Armando Salgado, alcanzó a varias normalistas a las que les disparó un francotirador. ¿Cuántas? No lo sabemos pero ahí está el sujeto, rodilla en tierra y bien se sabe que nadie saca un arma si no la dispara.
Testimonios de médicos y enfermeras que se encontraban en el Hospital Rubén Leñero y que son parte de la nota enciclopédica de Wikipedia, aseguran que la masacre no solo se dio en las calles, sino que llegaron hasta el quirófano a rematar a los heridos.
José Woldenberg Karakowsky, personaje al que nadie podría acusar de radical, narra en sus memorias de la izquierda que fueron horas de balazos ¿A cuántas personas por minuto puede matar una persona armada como la que captó Armando Salgado? Quien sabe, pero por esas mismas fechas vecinos del Estadio Azteca contaban que estuvo cerrado al público y un olor extraño, tal vez de cadáveres al fuego, emanaba en la colonia Santa Úrsula.
El día en que ocurrió la manifestación, muchos estudiantes comentaban que Luis Echeverría era una buena persona. Así lo demostraba el regreso de algunos de los exiliados tras el movimiento estudiantil de 1968.
En la céntrica Rivera de San Cosme siempre ha existido una buena vigilancia policiaca. No, si policía si había, pero se concretó a mirar.
Los halcones se formaron con estudiantes proletarios a los que les ofrecieron muy buenas becas, militares en proceso por diversos abusos de poder y abusos sexuales, pero también con oficiales de rango. Documentos desclasificados en Estados Unidos dan sus nombres: Teniente de Artillería Ricardo Villaseñor Mota, teniente de caballería Juan Gordillo Bravo y Teniente José Lamberto Bravo. Existe un fotograma de esta imagen en la película del Canal 6 de Julio “Halcones, Terrorismo de Estado”
Que hubiera un presidente municipal del PRD en Iguala, cuando fueron asesinados varios estudiantes, uno de ellos jugador de futbol y no normalista, otro desollado y 43 desaparecidos, no exime al PRI de los hechos de Ayotzinapa. Primero porque el procurador bajo cuya gestión se inventó la fantasía del basurero de Cocula, Jesús Murillo Karam, también ocupó antes la Secretaría General del PRI y segundo porque los hechos ocurrieron a las puertas de un campo militar y el jefe máximo de las fuerzas armadas es un presidente emanado de las filas del PRI.