Violencia, muerte, desapariciones forzadas, tortura y secuestros –ahora llamados «levantamientos»– tienen cada vez más deprimido al país. La autoridad, como la sociedad estupefacta, también es víctima de un fenómeno que no atina a frenar, y los de “fuera” insisten en machacar.
Cierto, ante la frecuencia de delitos graves cometidos bajo la observación de autoridades paradójicamente cada vez más impotentes, se acepte o no, prevalece un efecto de insensibilidad generalizado.
Aparentemente en eso radica el motivo de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) para enderezar otra maldición contra el gobierno mexicano por sus fallidos esfuerzos a favor del imperio de la ley.
Las cifras negras son contundentes.
Poco se puede alegar ante casi 27 mil desaparecidos; 120 mil muertos desde el inicio de la “guerra” de Felipe Calderón contra el narco que condenó al país a un destino aún insuperable desde hace una década; ataques a periodistas, migrantes y defensores de Derechos Humanos; abusos cometidos por policías y militares; incapacidad institucional para investigar y resolver pavorosos casos como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y ahora los cinco jóvenes asesinados en Tierra Blanca, Veracruz.
Poco se puede argumentar ante la evidencia de corporaciones estatales y municipales infiltradas y coludidas por el crimen, un sistema carcelario hecho añicos, y una impunidad irrefrenable.
Sin embargo, el informe de la CIDH, titulado “Situación de los derechos humanos en México”, está marcado por la sombra de la sospecha.
Detrás del documento, calificado por el Gobierno de poco precavido, “sesgado” y sin fundamento –¿mañoso?–, por no reflejar la situación general del país, atisba un ánimo de rancia confrontación, de quiebre irremediabe con Emilio Álvarez Icaza, Secretario Ejecutivo de la CIDH.
De nada sirven los reportes o las denuncias documentadas por la institución derechohumanista si al final todo queda impregnado por el tufo de la desconfianza mutua.
Para unos, la situación del país es intolerable, para otros, la crítica de la CIDH ha dejado de ser constructiva; es tendenciosa, y pretexto para golpear y desprestigiar a México.
En este pleitazo no hay medias tintas ni buenas voluntades sino viejas cuentas sin saldar.
EL MONJE CIUDADANO: “Nadar de muertito, es lo que ha hecho éste gobierno ante cualquier señalamiento, nacional o internacional, por la violación de los Derechos Humanos”. Eso dice Lorena Morales, lectora frecuente. ¿Y usted?
1 comentario
Para que nos preguntas nuestra opinion? De un tiempo aca los borras si no son de tu agrado o de quien maneje esta red, tú también le entraste! a la cultura o conveniencia de la autocensura, y te sometiste a los intereses de gobierno dejando una inerme población, indefensa, y ya vez, si alguien dice o comenta, vierte su opinión, es po que estamos contra México, ya vez, como en este caso del Dr. Emilio Álvarez Icaza.