La rebatinga en el PRD disputando “camaleones” y tránsfugos renegados, el divisionismo en la ultra oposición panista reencarnada, y la maquinaria priista dispuesta a dividir para vencer con tal de no perder todo el poder –amañado con otras rentables franquicias– son síntomas de la partidocracia dominante y decadente.
Las dirigencias de los partidos políticos han desplazado del deshonroso primer lugar de impopularidad social a policías y legisladores quienes ostentaron largo tiempo el orgullo de ser autenticas lacras.
Pura nostalgia resultan los tiempos de la cima alcanzada en los años noventa por el primer Instituto Federal Electoral ciudadano –presidido por José Woldenberg– que nos llevó a alimentar la esperanza de la alternancia del poder con base en la solidez y confiablidad de un nuevo sistema democrático después de 70 años de priismo hegemónico.
Hoy, el espectáculo brindado por los partidócratas, disputando intereses mercantiles por encima de ideas políticas, revelan a las auténticas mafias del poder que pretenden controlar la política a fuerza de arreglos vergonzosos. Divisiones, cismas, fracturas y rupturas aparte, los partidos, grandes, medianos y chiquitos, antiguos y recientes, están hundidos en esa dinámica.
Hace buen rato, la política dejó de privilegiar el debate ideológico; sucumbió ante el privilegio de mandar para monopolizar el mayor y mejor negocio a costa de los ciudadanos.
Hay quienes aseguran que la mexicana es la democracia mas cara del mundo, no solo por los casi 5 mil 500 millones de pesos que gastó el año pasado, –este 2016 la cifra será de 4 mil 31 millones– sino por la burocrática estructura del Instituto Nacional Electoral para auspiciar tal privilegio con base en una ley electoral perversa.
Duele el despilfarro de carretadas de dinero público dizque en aras de la democracia.
¿El pesado y costoso lastre de los partidos políticos es un mal necesario?
¿Por eso los candidatos independientes se han puesto tan de moda y se pondrán más, porque los electores cansados cada vez les creemos menos?
EL MONJE BILIOSO: La miserable debacle perredista de nunca acabar escribe nuevos capítulos ominosos. En Oaxaca, Zacatecas y Quintana Roo el partido del Sol Azteca vuelve a sus raíces suicidas; venganzas, codicia y arreglos oscuros evidencian el desencanto de la verdadera militancia amarilla desplazada, una vez más, por los intereses mercantiles de las camarillas cupulares. La decadencia del PRD es irremediable.