Así, lo han explicado este jueves la doctora Gabriela Arana, especialista del Servicio de Dermatología del Hospital Quirónsalud Valencia y el doctor Rafael Florenciano, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Torrevieja.
Al respecto, la doctora Gabriela Arana ha explicado que durante la fase de enamoramiento se producen diferentes reacciones químicas que contribuyen a un sentimiento de euforia y de absoluta felicidad. De este modo, sustancias como la serotonina, las endorfinas y la dopamina se elevan y provocan que «las pupilas se dilaten, y el corazón se acelere para entrar en un estado hormonal que puede compararse al que producen ciertas enfermedades mentales o, incluso, algunas drogas».
En ese sentido, ha señalado que entre todas estas sustancias destacan los estrógenos, hormonas responsables de que nuestra piel luzca «más joven y atractiva y mejore considerablemente nuestro aspecto». Esta hormona tiene el poder de «frenar prácticamente» el proceso de envejecimiento cutáneo e, incluso, de revertir los cambios que ya se hayan producido.
Al respecto, aclara que el colágeno, la elastina y el ácido hialurónico, entre otros, se depositan en nuestra piel gracias a los estrógenos, lo que contribuye a «reducir las arrugas y aumentar la firmeza cutánea». De este modo, la piel «se vuelve más sana, tersa y con aspecto lozano, está naturalmente más hidratada y hay una mayor curación de las heridas y un incremento de sus defensas naturales». La dermatóloga resalta, además, que los estrógenos también actúan sobre nuestro cabello y uñas, reforzando su crecimiento y aumentando su fortaleza.
Además, el doctor Rafael Florenciano, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Torrevieja, ha señalado que durante la estimulación sexual la tensión arterial (sistólica y diastólica) y las pulsaciones aumentan ligeramente. El mayor aumento ocurre unos 10 ó 15 segundos antes del orgasmo, con una posterior normalización rápida de estos parámetros.
«Estos cambios se producen igualmente en hombres y en mujeres y son muy parecidos a los que ocurren cuando practicamos deporte, por lo que podemos asumir que con la actividad sexual hacemos ejercicio», ha señalado.
En cuanto a la cantidad de ejercicio, diversos estudios efectuados en varones jóvenes muestran que mantener actividad sexual con la pareja habitual equivale a subir dos pisos de escaleras o caminar rápidamente durante un breve período de tiempo.
«Sin embargo, el esfuerzo en personas mayores o con una actividad física limitada puede ser mayor. De hecho, la frecuencia cardiaca puede elevarse hasta 130 lpm y la tensión arterial sistólica subir a 170 mmHg», destaca.
Con respecto al riesgo de sufrir un infarto durante el acto sexual está comprobado que en varones de 50 y 60 años es un 2,7 mayor durante la actividad sexual que durante el reposo y en individuos sedentarios este peligro es mayor. En pacientes con algún problema cardiológico se recomienda una evaluación individual por parte del especialista. «No obstante, en personas sanas la actividad sexual no supone un riesgo apreciable y puede favorecer a su salud cardiovascular», concluye el doctor Florenciano.
Fuente: Levante-Emv