El Museo del Mañana, una obra futurista de 15 mil metros cuadrados de construcción diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava, fue ideado considerando el entorno del puerto de Río de Janeiro y la exhuberante naturaleza de toda la ciudad, explicó su autor. Es una de las principales obras del proyecto de revitalización del puerto de cara a los Juegos Olímpicos de 2016.
La instalación fue construida en un muelle que se proyecta sobre la bahía de Guanabara y frente a la céntrica y tradicional plaza Mauá, que fue totalmente reurbanizada y que también ganó como atracción el Museo de Arte de Río (MAR).
La zona portuaria también tendrá otras atracciones, como un gran acuario, galerías, edificios corporativos y un polo gastronómico, en un proyecto para revitalizar el puerto según el modelo de Barcelona.
«La ciudad está dando un ejemplo de cómo recuperar calidad urbanística a través de intervenciones drásticas y de la creación de dotaciones culturales como el Museo del Mañana o el nuevo Museo de Arte», afirmó Calatrava.
El arquitecto agregó que fue precisamente «esta visión la que nos llevó, en nuestros primeros diseños, a proponer la incorporación de una plaza frente al museo para mostrar un espacio urbano cohesionado y que reflejara esa transformación que se estaba emprendiendo».
Según Calatrava, tanto el Museo del Mañana como el MAR sirven como catalizadores para una plaza Mauá embellecida, que volvió a respirar y que recuperó su vitalidad plural.
Agregó que, además del entorno de la plaza, la edificación también se inspira en la belleza natural de Río de Janeiro, «tal vez la más bella ciudad del mundo para la simbiosis entre arquitectura y entorno natural».
El museo cuenta con 5 mil metros cuadrados de espacio para exposiciones, así como con una cobertura metálica de forma cóncava que avanza 75 metros en dirección a la plaza Mauá. Su altura fue limitada a 18 metros para que no tapara la visión que se tiene de la bahía de Guanabara desde construcciones vecinas, destina su planta superior a la exposición permanente, con un techo de 10 metros de altura del que se puede observar toda el área portuaria.
«La idea es que el edificio fuera lo más etéreo posible, casi flotando sobre el mar, como un barco, un pájaro o una planta», señaló Calatrava.
«Debido a la naturaleza cambiante de las exposiciones, hemos introducido una estructura arquetípica en el interior del edificio, lo que lleva a una sencillez de entendimiento que permite la versatilidad funcional del museo, que también puede albergar congresos o desarrollar actividades de investigación», añadió.
El arquitecto agregó que el diseño combina la arquitectura con el objetivo de la obra como un museo para la unidad educativa.
El museo, con alrededor de 30 mil metros cuadrados de salas, jardines, espejos de agua y áreas de ocio, mostrará al público el poder del hombre para cambiar
el mundo, ya sea mediante la alteración del clima, la degradación de los ecosistemas o la interferencia en la naturaleza.
El crecimiento de la población y el aumento de la longevidad, los modelos de consumo, la manipulación genética y bioética y el avance de la tecnología son algunos de los temas que trata el museo. El edificio sigue criterios sostenibles e incluyó fuentes de energía naturales, lo que permite su integración con el contenido del museo.
Fuente: Milenio