Ser normalista de Ayotzinapa significa tener impunidad para delinquir con máscara justiciera.
El zafarrancho del miércoles entre policías y futuros maestros tuvo un origen claro. Los dizque estudiantes pretendieron robar y secuestrar un carro-tanque doble cargado de combustible; agentes federales y estatales lo impidieron; Como vulgar organización criminal, los “ayotzinapos” atravesaron el vehículo en la Autopista del Sol e intentaron huir. Los uniformados enfrentaron a la pandilla a pedradas y mentadas, exhibiendo incapacidad de ejercer el monopolio de la fuerza para aplicar la ley a secas.
Ahora resulta que la autoridad represora le jaló los bigotes al tigre y el Gobernador –junto con el Presidente de la República– deberá atenerse a las consecuencias.
El mandatario guerrerense tiembla; se achica ante la primera provocación de los normalistas para calarlo. Cae en la trampa.
Apenas antier, Héctor Astudillo denunciaba la debilidad institucional que encontró al asumir el poder, para mostrar de inmediato que él tampoco parece estar dispuesto a fortalecerlas, hacer valer el estado de derecho y asumir los costos políticos de poner todo en su lugar.
Por si las dudas, para calmar a la fiera, la primera urgencia del gobierno guerrerense fue negar un acto represivo.
El secretario de Gobierno, Florencio Salazar Adame –panista de abolengo– transparentó el pánico que paraliza a la recién llegada administración. En lugar de consignar ante el Ministerio Público a los delincuentes detenidos en flagrancia de robo y resistencia a la autoridad, mejor los jóvenes fueron entregados a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos… y todos tan contentos –salvo los ocho descalabrados por los policías.
El mensaje es deleznable.
Héctor Astudillo manda un mensaje erróneo a quien pretenda conseguir lo derecho con lo chueco.
Una cosa es el clamor justiciero por la desaparición de los 43 y otra muy distinta el atropello a la ley con la autoridad de escolta.
EL MONJE LOCO: Algo parecido le ocurre al gobierno de Miguel Ángel Mancera. Dizque en afán de privilegiar el respeto el derecho a la libertad de manifestación y protesta tolera que unos cuantos bloqueen el Periférico sin importar el colapso a la movilidad vehicular en horas “pico”. El GDF acepta la extorsión para evitar la represión y termina en rehén de su demagogia. ¿Las aspiraciones del Jefe Mancera también se desgajan como el cerro de Santa Fe?