¿Qué sucede cuando toca tierra un huracán? Los residentes y visitantes localizados en la trayectoria de la tormenta pueden proteger sus hogares y ponerse a resguardo en lugares seguros… pero buena parte de la vida silvestre no es tan afortunada.
Los manglares son el primer ecosistema que sufre con la llegada de un huracán, ya que son los primeros que amortiguan con su estructura las ráfagas de viento.
“Llegan a retener en sus raíces la arena, formando un vórtice de aire sobre la superficie del mar que hace que se rompa el flujo continuo de viento; de esta manera permiten, de una forma armónica, que pase el huracán con toda su fuerza arrastrando agua y material articulado, como lanchas o pedazos de autos que pueden ser muy dañinos a la hora del impacto”, indica en entrevista José Antonio Benjamín Ordóñez Díaz, de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.
El también director e investigador de la asociación civil Servicios Ambientales y Cambio Climático (SACC) señala que lo que hacen fenómenos como el huracán Patricia, de categoría 5 y que azotó a las costas mexicanas del Pacífico hace una semana, es transportar una gran cantidad de agua de mar a otros cuerpos de agua dulce, como ríos, lagos y manantiales.
“Estos son inundados con agua insalubre, que contiene mucha sal, lo que obviamente afecta la vida de peces y otros organismos que están ahí de manera permanentemente”, indica Ordóñez.
Científicos del Servicio Nacional Biológico de Estados Unidos (NBS) han encontrado en sus investigaciones que las especies inmóviles, como los mejillones y ostras, pueden ser completamente eliminadas en la zona de impacto de un huracán.
Algunas de estas especies pueden ser transportadas con los restos del huracán a localidades distantes a lo largo de la costa y tierra adentro, con frecuencia a un hábitat donde es difícil, si no imposible, que sobrevivan.
Un hábitat terrestre puede inundarse totalmente, eliminando por arrastre o ahogamiento a su fauna residente, especialmente pequeños mamíferos como ratones y conejos.
Los lugares de anidamiento, con huevos y polluelos, de aves acuáticas como garzas, gaviotas y pelícanos, también pueden quedar completamente destruidos.
El NBS encontró que la industria pesquera y de acuacultura de Louisiana sufrió enormes pérdidas como consecuencia del huracán Andrew en 1992.
Los vientos de Andrew provocaron una amplia defoliación de árboles y arbustos, lo que resultó en un gran aporte de material orgánico en los humedales en un periodo breve. Este al descomponerse causó niveles muy bajos de oxígeno en el agua, sofocando a los peces.
También se perdió la mitad de aves de esa zona, ahora en peligro crítico de extinción. En algunos casos las aves murieron como resultado de la tormenta, mientras que en otros los cambios en el hábitat hicieron que quedaran más vulnerables a los depredadores.
“Generalmente la fauna que percibe estos fenómenos busca refugio, se desplaza a otros lugares donde las condiciones son más favorables; los primeros que huyen son los roedores y las aves; luego están los peces, que buscan también dónde resguardarse, se esconden, tratan de huir y nadan incluso contra la corriente”, explica el investigador de la FC.
Apunta que en algunos ecosistemas ya perturbados, como es el caso de algunas áreas naturales de México, este tipo de eventos hidrológicos puede favorecer que especies atípicas invasoras se propaguen con mayor facilidad aprovechando este fenómeno.
Con todo, los científicos del NBS han encontrado en sus investigaciones que aunque pueda haber algunos daños estructurales en el hábitat y las poblaciones pueden sufrir pérdidas notables, la mayoría de las poblaciones de plantas y animales que viven en zonas de tormentas son capaces de sobrevivir y recuperarse con el tiempo, debido al proceso natural de la selección natural.
“Este tipo de sucesos dentro de la parte biológica se conocen como procesos de selección natural, donde los más fuertes consiguen librar los peligros y seguir poblando estas regiones. Las especies en este tipo de eventos se ven obligadas a desarrollar su máxima estrategia para sobrevivir”, explica el director e investigador de SACC.
El huracán Katrina fue el más costoso desastre natural de la temporada 2005 de huracanes en el Atlántico, así como uno de los cinco huracanes más mortales en la historia de Estados Unidos.
Los daños y amenazas ambientales de Katrina en la salud pública fueron los efectos más duraderos y peligrosos de este huracán. Residuos industriales, derrames de petróleo, aguas residuales del hogar, productos químicos tóxicos y otros contaminantes peligrosos se regaron en las zonas directamente afectadas, así como en regiones vecinas.
El agua contaminada que desbordó las zonas residenciales causó efectos en la salud a largo plazo en los seres humanos y animales. También dio lugar a la contaminación de las reservas de agua subterránea, que es una importante fuente de agua potable.
Los estudios del gobierno estadunidense revelaron que las muestras de agua contenían altas cantidades de la bacteria E. coli, desechos médicos, aguas residuales, petróleo, plomo tóxico, cromo hexavalente y arsénico, junto con partículas.
Como una estrategia para prevenir las complicaciones graves de salud las tuberías de agua del hogar fueron reemplazadas por nuevas. Y aunque se afirmó que los derrames de petróleo habían sido limpiados por completo, los activistas aún opinan que los efectos del huracán Katrina siguen afectando a la ecología y la biodiversidad.
Aunque el huracán Patricia, catalogado como el más fuerte de la historia, no dejó víctimas mortales a su paso por México, sí dejó severos daños en la agricultura, sobre todo en Colima y Jalisco.
Datos del gobierno federal indican que el fenómeno natural dañó más de tres mil 500 hectáreas de cultivos, básicamente de plátano y papaya.
“Es posible que se deban utilizar algunos fertilizantes y abono para recuperar la fertilidad de esas plantas, ya que todos esos cultivares cambiaron la nutrición de las condiciones en el suelo. Afortunadamente, en este descenso de plantas, la mayoría cortada in situ aporta materia orgánica para la nueva cosecha que viene. Aunque el tiempo de espera para su recuperación es muy difícil de prever: pueden ser meses e incluso años; esto únicamente para volver a tomar las condiciones propias de esa regeneración natural. Ello significa más recursos para el campo, que es uno de los sectores más dañados”.
Afortunadamente, concluye el especialista, “gracias a que las montañas amortiguaron todo este evento y a la prevención que se tuvo entre gobierno, sociedad y medios de comunicación, se nos dio una oportunidad más. Pero es muy importante tener presente que este tipo de fenómenos de categoría 5 se seguirán presentando en México debido a su ubicación geográfica, además de que tienden a acentuarse con el cambio climático; es decir, el aumento de la temperatura en el ambiente eleva la temperatura del océano, lo que obviamente se verá reflejado en el volumen del agua que acarrean los huracanes que se formen en un futuro, así como en la velocidad del viento”.
Fuente: Vértigo Político