El cantante no dará entrevistas ni hará una gira con «Blackstar», un disco de muchas capas y armonías extravagantes que sólo se distinguen tras escucharlo varias veces.
David Bowie sabe cómo celebrar sus cumpleaños: a sus 66 años, el 8 de enero de 2013, lanzó el hit «Where Are We Now», con el que volvía a la primera fila y al que siguieron un álbum éxito de ventas y una exposición sobre su vida. Puntualmente para sus 69 años llega ahora su nuevo trabajo, y como es habitual en él, no deja de sorprender.
El que es ya uno de los músicos pop más populares de todos los tiempos ha descubierto el jazz de vanguardia en su hogar de elección, Nueva York, y eso se nota en el nuevo álbum, titulado «Blackstar», por lo que seguramente será controvertido e irritante para algunos.
A diferencia de su anterior CD, «The Next Day», que el británico lanzó después de 10 años de pausa obligada por motivos de salud y que llevaba mucho tiempo diseñando en secreto, «Blackstar» sale acompañado de amplia publicidad anticipatoria. La escalofriante canción de diez minutos que da título al disco está en la red desde el 20 de noviembre y una semana después la discográfica presentó un avance para la prensa. Oficialmente se empezará a vender el 8 de enero de 2016.
La primera impresión del álbum de estudio número 25 del músico desde 1967 es que es difícil. Sobre todo en comparación con «The Next Day», que parecía un recorrido por su carrera con muchas nuevas canciones y un sonido accesible. Ahora, durante 42 minutos se alterna entre el jazz experimental y el intenso art-rock que saca el lado más arriesgado de Bowie.
Probablemente Bowie puede darse el lujo de hacer lo que quiera porque a nivel comercial no tiene nada que demostrar: según la BBC, antes de su regreso en 2013 ya había vendido más de 140 millones de copias.
En su nuevo disco «metió de todo», afirmó en la revista «Rolling Stone» Tony Visconti, productor durante muchos años de «The Thin White Duke». «El objetivo era evitar por todos los medios el rock and roll. Y lo ha conseguido, porque «Blackstar» no es un típico disco de rock.
Ya la canción principal es muy personal, con un ritmo nervioso, como epiléptico, a lo Radiohead, momentos en los que suena un saxofón y una voz en falsete poco habitual en Bowie. Aunque sólo hasta los cuatro minutos, después de los cuales el tema acaba y se reanuda con una melodía totalmente nueva, en la que lo que prevalece es un «groove» de jazz y funk con muchos instrumentos de viento.
El segundo corte, «‘Tis A Pity She Was A Whore», también tiene como elemento central al saxofón de Donny McCaslin pero no será posible encontrar el esquema habitual de estrofa y estribillo, como ocurre en la mayor parte de «Blackstar».
«Lazarus», una canción más tranquila y cantada de forma relajada por Bowie, vive de la fantástica interpretación del baterista Mark Guiliana. A su vez, el bajo de Tim Lefebvre impregna «Sue (Or In A Season Of Crime)».
Y también en el resto de temas, como ejemplo la balada «Dollar Days», en la que suenan violines, los miembros de la virtuosa escena del jazz neoyorquino tienen numerosas oportunidades de brillar. Se nota que estos músicos dieron un impulso nuevo a Bowie y que éste quería llevarlos al escenario internacional.
El cantante no dará entrevistas ni hará una gira con «Blackstar», un disco de muchas capas y armonías extravagantes que sólo se distinguen tras escucharlo varias veces.
«No creo que vuelva a tocar en vivo», señaló Tony Visconti. «Y si lo hace, será una sorpresa total». Pero con Bowie las sorpresas no son algo raro.
Fuente: Vanguardia