Como un arca de Noé moderna, la Frozen Ark conserva en Inglaterra el ADN y las células de especies antes de que desaparezcan, justo cuando la Tierra vive su sexta gran extinción por culpa del cambio climático.
«Muchas especies desaparecerán antes incluso de que hayamos descubierto su existencia. La idea de la Frozen Ark (arca congelada) es hallar y conservar» su ADN y células «para las generaciones futuras antes de que sea demasiado tarde», explicó el profesor John Armour, de la Universidad de Nottingham, que alberga el proyecto.
La red Frozen Ark, creada hace algo más de 10 años por una pareja de científicos británicos -Bryan Clarke, fallecido en 2014, y su esposa Ann-, cuenta con 22 centros asociados en todo el mundo, entre ellos zoológicos a universidades, que han reunido 48.000 muestras de 5.500 especies.
En Nottingham mismo, en el norte de Inglaterra, hay 705 muestras, que vienen, por ejemplo, del tigre de Siberia o el leopardo de Amur.
«Algunos consideran derrotista lo que hacemos. Los más hostiles a nuestro proyecto son los conservacionistas, para los que todos los esfuerzos deberían concentrarse en salvar a las especies en peligro», dijo el profesor Ed Louis, uno de los responsables del proyecto.
Pero «nosotros no estamos aquí para sustituir lo que hacen ellos, sino para ofrecer una salvaguarda» en caso de extinción de una especie, aseguró.
«Con un poco de suerte, llegaremos a salvar el patrimonio genético de casi todo», estimó, expresando su esperanza en que se acelere la recaudación de fondos para el proyecto.
– Invertebrados esenciales –
La idea del proyecto surgió en Clarke por la extinción en libertad del caracol arborícola de Tahití (partula), causada por la introducción de un caracol carnívoro que se suponía que tenía librar la zona de otro invasor gasterópodo.
Mediante la recopilación de estos caracoles en su laboratorio y su envío a varios zoológicos del mundo, el profesor Clarke fue capaz de salvar la especie, cuya reintroducción en la naturaleza se está probando.
«Un día nos miramos y pensamos que deberíamos hacer lo mismo con otras especies en peligro de extinción», recuerda Ann Clarke.
«Todo depende de los invertebrados. Si desaparecen, desaparecemos nosotros», dice ella.
Los invertebrados son seres esenciales a la Tierra: polinizan los cultivos, reducen los insectos perniciosos y las plagas, filtran el agua y nutren el suelo.
Al igual que el caracol partula, muchas especies están en declive o desapareciendo a un ritmo que ha llevado a los científicos a hablar de la sexta gran extinción en la Tierra. La última provocó la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años.
El impacto de la actividad humana y el cambio climático tiene un impacto particularmente dramático en los océanos.
Según las predicciones, los arrecifes de coral (el hogar de más del 25% de todas las especies marinas) podrían desaparecer para el año 2050.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), alrededor del 41% de los anfibios y el 26% de las especies de mamíferos están amenazados de extinción.
– ¿Resucitar especies extinguidas? –
¿Qué se puede esperar del ADN y de las células conservadas? Una gran cantidad de información, sobre todo de los procesos metabólicos, dijo el profesor John Armour.
Así, a medida que «los antibióticos son cada vez menos eficaces, la piel de los anfibios está cubierta de pequeñas moléculas que matan las bacterias. Una de las soluciones para una era sin antibióticos sería adaptar estas moléculas» para uso médico, añadió el profesor Louis como ejemplo.
«El uso más extremo sería la ‘desextinción’, es decir, el uso de material preservado para recrear» a animales desaparecidos, añadió Armour.
Una hipótesis por ahora fuera del alcance de la ciencia. «Algunas personas nos critican por creernos Dios, a lo que yo siempre respondo que corresponderá decidir a las generaciones futuras cuándo tengan las técnicas disponibles», concluye Ann Clarke.
«Si no mantenemos nada, ni siquiera tendremos esa opción», concluyó.
Fuente: El Espectador