La muerte por intoxicación de perros en el barrio de la Condesa, en la capital mexicana, no ha terminado. Este hecho no es el único peligro que ronda a los amantes de los perros, también hay quienes han sufrido el secuestro de sus mascotas con el fin de extorsionarlos.
Aunque parezca película de ficción, el ser blanco de un secuestro no es exclusivo de personas, también los perros son carnada de delincuentes; sobre todo, de aquellos que son el centro de atención y amor por parte de sus dueños, y que estarían dispuestos a pagar el precio de su rescate.
Es el caso de Julián Morales, vecino de la condesa y dueño de “Horus”, un bull terrier que fue secuestrado en el exterior de la tienda Superama mientras esperaba amarrado a que su dueño realizara una compra de no más de cinco minutos.
“Generalmente, no tenemos hijos los que somos gays o lesbianas, incluso hay quienes no quieren tener hijos tan pronto, pero todos somos amor, necesitamos amor y necesitamos dar y recibir, pasamos todo ese amor a los perros; y creo que los maleantes saben perfectamente que aquí damos mucho por ellos, es gente que nos estudia”.
Cuando Julián salió de la compra, Horus ya no estaba, “yo lo dejé amarrado, tuvo que ser alguien que realmente tuviera mucho conocimiento de mi perro, es un bull terrier, no cualquiera lo agarra, sólo quienes lo conocen saben que es muy tranquilo, que no mordería, así que fue alguien que nos vigiló mucho tiempo”.
Se lo llevaron así sin más, relata, “llamé a mi pareja y le dije, acaban de secuestrar, robar, no sé, a mi perro, se vino corriendo, rápido fuimos a la casa, se puso en la computadora a sacar fotos, a hacer los anuncios de búsqueda».
“A las dos horas nos llamaron diciéndonos que habían encontrado a “Horus” corriendo, pero cualquiera que lo conoce sabe que no corre más que por su disco, me dijeron que me lo entregaban en una hora porque se lo habían llevado hasta Satélite, una zona muy alejada de la Condesa, pero les dije que no tenía problema en desplazarme a donde me dijeran, que óera mi perro y lo quería ya!”.
Finalmente se lo entregaron en la colonia Anáhuac. Allí les esperaba una persona “con cara de delincuente con su hijo, que de plano, dices que vergüenza que se dediquen a eso”, relata.
Los maleantes, refiere Julián, le pidieron dinero con la excusa de que gastaron en croquetas, agua, en todo, pero, “¿qué se pueden gastar en un perro en dos horas?, en ese momento, mil pesos, cinco mil, veinte mil, los hubiera dado porque lo único que quieres es que te regresen a tu perro, es lo más importante para mí, después lo ves más fríamente y dices, esos canijos debieron irse al bote”.
“Yo les iba a dar mil pesos, al fin de cuentas es mi perro y lo adoro, mi pareja dijo ni maíz, yo les doy quinientos y digan que les estoy dando, y si no traigo patrulla es porque hay un Dios”; pero sí les tomó fotos y les advirtió que si los volvía a ver por el parque los iba a demandar.
“Cuando ya lo tienes lo que menos quieres es que vuelva a pasar, yo no lo he vuelto a dejar en ningún lugar ni en la tienda amarrado ni nada, si no lo puedo ver los cinco minutos que me meta a comprar, no hay manera, prefiero no comprar, no comer, no tomar nada, porque sí te duele mucho».
«Mi perro tiene cinco años y lo tengo desde que tenía un mes de nacido, entonces es mi alma. Significa todo, todo, todo… En este momento ya no es el único, tengo tres perros, son mi alma, para mi son mis hijos”, relató con la voz entrecortada y unas lágrimas que intentó contener.
Julián conoció otras historias similares. En la delegación Cuauhtémoc un amigo dejó a su perro y, cuando iba saliendo, vio a un chavo que se lo llevaba, le dio un “buen guamazo” y recuperó a su perro; y es que no sólo son animales de compañía o de adorno, son también terapéuticos, no son sólo cuatro patas que están tumbados en el sofá.
Horus regresó a casa en pocas horas, sin embargo, Julián sigue con el temor de perderlo de nuevo, pero esta vez a causa de un envenenamiento letal.
Envenenamiento. Es un tema que nos debe de importar a todos, no sólo a los que tenemos perros, señala Julián con un gesto de indignación. “Siento impotencia y me gustaría saber qué pasa por la mente de este tipo, tipa o tipos, que hacen daño a alguien que no ha hecho absolutamente nada, eso es estar enfermo, porque si ya mató animales la próxima puede ser un niño”.
El Código penal del Distrito Federal establece en su artículo 350 castigo por maltrato o crueldad animal, que se clasifica como delito culposo y va de dos años de prisión por provocar lesiones al animal hasta cuatro años por causarle la muerte.
Fuente: Crónica