…fue orden ciudadana al Congreso.
Primero le retiraron la inmunidad (el fuero), luego lo arraigaron, lo desampararon… y lo destituyeron
El mandatario desgraciado –caído en desgracia– dimitió en medio del miedo provocado por un gran escándalo de corrupción y evidente conflicto de interés.
La orden de aprehensión fue girada por la justicia para castigarlo por ratero. El Presidente irá a prisión por los delitos de asociación delictuosa, defraudación, estafa y cohecho.
El Ministerio Público también va contra un grupo de prominentes empresarios y cuarenta funcionarios del servicio tributario, acusados de contrabando y traición… a la patria.
Esto sucedió en Guatemala, ¿o qué se estaba usted imaginando?
No se confunda, eso no pasa en México…
El prominente acusado es el presidente Otto Pérez Molina, cabeza de una red delincuencial quien recibía jugosos sobornos empresariales para evadir el pago de impuestos aduaneros.
El impopular Pérez Molina no es el primero ni será el último en caer. La vicepresidenta Roxana Baldetti se adelanto para acondicionarle una fría estancia tras las rejas…
Lo ocurrido en Guatemala no es un milagro, tampoco una muestra de la impoluta voluntad de un gobierno para investigarse a sí mismo. La caída de Pérez Molina y compinches es consecuencia de una investigación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), creada en 2006 mediante un acuerdo entre el gobierno de aquel país centroamericano y la Organización de las Naciones Unidas.
A diferencia de nuestra Secretaría de la Función Pública, la CICIG es un ente autónomo cuyo titular no es empleado del Ejecutivo. De hecho el titular del organismo ni siquiera es guatemalteco.
Gran lección deja la histeria de esta historia para quien sepa leer.
En México nos quebramos la cabeza para construir un sistema nacional anticorrupción, pero nadie se atreve a dejar en manos de un órgano independiente del poder la responsabilidad de investigar y vigilar precisamente a los hombres del poder. Permitir en nuestro país algo similar a la CICIG sería para muchos un verdadero suicidio, pero no hacerlo equivale a matar la posibilidad combatir la corrupción y la impunidad rampantes.
EL MONJE LOCO:. La rémora petista –para muchos parásita de la democracia desde hace 20 años– murió de asfixia. No sobrevivió a la amputación del cordón umbilical que lo mantenía conectado a la madre izquierda. El INE confirma la inhumación del cadáver; muy poquitos lloran la pérdida irreparable…