El director convertirá la vida y fuga del narcotraficante en su próxima película
La fuga del narcotraficante mexicano Joaquín El Chapo Guzmán ha calado hondo en la política nacional e internacional además de servir de inspiración para numerosas canciones épicas sobre su figura, esos narcocorridos que convierten su “cacería” en una balada. Ahora será Ridley Scott, el cerebro detrás de clásicos del cine como Alien o Blade Runner, quien llevará la vida y fuga del narcotraficante más poderoso del planeta todavía más lejos, dispuesto a convertir su historia en su próxima película.
Así lo anunció hoy la revista The Hollywood Reporter, confirmando que Scott y su productora, Scott Free, han adquirido los derechos de la novela de Don Winslow titulada El cartel para llevarla a la pantalla. El libro, convertido en un best-seller, es una versión de ficción de la vida de El Chapo e incluye su primera fuga, en 2001, cuando supuestamente se escondió en el cesto de la ropa sucia. Winslow estudió durante una década la vida de El Chapo y el funcionamiento de su cartel. Sin embargo El Cartel no llama a Joaquín Guzmán por su nombre y prefiere contar la historia de dos amigos, Art Keller y Adan Berrera, cuya vida les va separando, el primero dedicado a la lucha contra el narcotráfico y el segundo al frente del cartel de Sinaloa. La novela cubre con todo detalle una década en el mundo del narcotráfico, entre 2004 al 2014, y la crítica lo compara con El padrino de Mario Puzzo pero con una historia que transcurre al sur de la frontera estadounidense.
La publicación de El cartel no pudo llegar en mejor momento. La novela de ficción salió a la venta en junio y a mediados de julio El Chapo Guzmán se escapaba por segunda vez de la prisión de máxima seguridad en la que se encontraba. Su fuga tenía todos los elementos de una película de acción de Hollywood. El narcotraficante se descolgó por el agujero de la ducha, donde había solicitado que quitaran la cámara de seguridad, y a lomos de una moto atravesó el subsuelo de la cárcel por un túnel de 1,5 kilómetros con ventilación y luz eléctrica.
Fuente: El País