Francisco Fonseca
Nos estremecemos con las noticias de los desaparecidos, los asesinados, los degollados, los secuestrados, los calcinados. Ya no sabemos hacia dónde voltear ni cómo cuidar las espaldas, pero lo más preocupante es el bienestar de los familiares y amigos cercanos. Las autoridades ya no aventuran opinión alguna, no tienen materia, no tienen nada. Los medios de comunicación especulan. Es el papel de ambos. En ocasiones.
La realidad es una: una violencia incontenible y creciente. Diera la sensación de que vivimos en un mundo de animales rabiosos que buscan solamente hacer el mal a granel, a plenitud, así nos ocurre en todas partes.
En la casa, en los sistemas de transporte, en el trabajo, en las escuelas, en los centros de diversión. Una gran parte de la atención del ser humano está alerta, a la escucha, a la vista. No se concentra en el desempeño natural del hombre. Debe estar alerta, pensando en sí mismo y lo que es más preocupante, en los suyos.
Las autoridades de los grandes núcleos de población falsean información diciendo que los índices delictivos han disminuido. Pero todos los días, todos los días, todos, leemos y oímos que mueren mexicanos por todas partes, que se encuentran fosas con restos humanos, que se escuchan grabaciones clandestinas, que se asaltan bancos, comercios, cientos o miles de casas, pagadurías, etc., y que se roban, también a diario, cientos o miles de vehículos, ya en su totalidad o en partes.
Cada vez es más frecuente que algún conocido me relate que le robaron su coche. Ya no solo lo leo en los periódicos, ya lo percibo por información personal. Y además, veo la saña con que los manejadores de transporte colectivo tripulan sus máquinas que las convierten en asesinas.
Sin embargo, escucho incrédulo los informes sobre el decremento de la violencia. ¿Cómo permanecer callado frente a lo inocultable?
No podemos permanecer callados ni impasibles ante el crimen. El Gobierno debe demostrar, -porque le asisten la razón y la justicia y porque representa las legítimas aspiraciones del pueblo mexicano-, que es más fuerte que cualquier intento criminal para desestabilizar sus instituciones, porque si no, en poco tiempo, las calles de todas nuestras ciudades se convertirán en el absurdo escenario de la violencia fratricida y estéril.
Mucho podría yo escribir a este respecto. Mucho, mucho se ha escrito y se escribirá. Mucho. Por eso los espacios editoriales son cortos, para decir las cosas llanamente y llamar a las cosas por su nombre. Y por eso asesinan a periodistas.
Simplemente no quisiera que le pasara nada a nuestro país. Que nos lo dejen como está. Pareciera ser que la noche nos cubrirá en un abrir y cerrar de ojos.México, nuestro México siempre ha sido una tierra abundante, llena de sol y de alegría, que quiere a sus hijos.
Hoy, México es un puñado de lágrimas bajo el humilde rebozo de su historia.
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