Colaboración de Carlos Ferreyra
Dirigir un medio de información y propaganda no es garantía de honestidad ni de capacidad. Y trabajar en los mismos, tampoco garantiza decencia, solidaridad o comprensión para captar deberes con la sociedad. Ya lo dijo Ryszard Kapuscinsky, el periodismo no es para los cínicos. Aunque la experiencia muestra lo contrario. Si se quiere ser importante, destacado socialmente y refulgente en sociedad, se requiere de enorme dosis de descaro, de autovaloración al infinito.
Dos casos recientes llevan a tal conclusión: el asunto de la Tamara de Anda, que reclama más que justicia y bien pueden las feministas armar el barullo que quieran, pero no hay en las leyes mexicanas nada que castigue a un infeliz que al paso de una dama le diga “Guapa”.
Y mucho menos que por tal causa lo señalen como acosador, palabra que tiene una definición muy clara y que no conlleva la idiotez de decirle guapa a la primera que pase por enfrente. El acoso requiere de acosar, seguir, hostigar y eso lo dice cualquier diccionario de la lengua española.
Tontería similar cuando se señala a un señor como genocida cuando el término implica la intención de desaparecer a un grupo, a una raza y así. Lo que no se empata con quienes condenan sin apelación mientras los supuestos “genocidados” fueron a la cárcel de donde salieron muchos de ellos con chamba oficial.
El otro tema es el del ratoncito que se birló por segunda ocasión el suéter sudado de un jugador de futbol americano. Ya lo había hecho en 2005 aunque entonces nada se supo, pero ahora no sabemos si porque el corredor de melones con escafandra es amigo de Trump, se hizo el escándalo, intervino la FBI de aquello lado, la Virgen de Guadalupe por este y sin más localizaron al sujeto, Martín Mauricio Ocampo.
Director de “La Prensa”, uno de los diarios de la familia Vázquez Raña en su vertiente de “El Sol”, afirman quienes lo trataron como amigo, que es marido de una sobrina del desaparecido Mario quien durante trece años lo amparó para que acudiera a estos festivales de fut gringo.
Aprovechó para hacerse de otros recuerditos: otro suéter del mismo jugador, un casco de otro, y media decena de otras prendas que fueron localizadas en su casa y en la de su hija.
Aunque estudió en alguna escuela de comunicación, de hecho nunca ejerció al periodismo. Fue director por decisión del tío y ya.
Lamentables ambos casos, pero más lamentable el espacio y la atención dedicada a una niña burguesita, frívola que en su tuiter festeja que un hombre blanco, barbado, dueño de un restaurante, la recibe con un “hola guapa” que ella se traga con felicidad, mientras que el “guapa” a nivel de calle le provoca el uso de sus palancas: remisión del teórico infractor y gracias a un juez descerebrado, como suelen serlo, lo recluyen en una celda. No pudo pagar la multa, lo que permite suponer que vive el día a día. Un taxista, pues.
Mientras nos llenamos de miasmas de los mencionados, un periodista non, hombre que ha dedicado su exitosa vida de reportero a la defensa de sus colegas, nos narra la situación de los periodistas de verdad, aquellos que no roban ni se muestran deshaciéndose de risa cuando anuncian que el acosador ya está en las ergástulas citadinas.
Rogelio Hernández López, el periodista de marras, señala que la Casa de los Derechos de los Periodistas dio a conocer el informe de protección a miembros del oficio durante el primer bimestre de 2017. Recalco: el primer bimestre, o sea enero y febrero.
Se atendió a 31 periodistas, once mujeres y veinte hombres de distintos estados acompañándolos ante la Fiscalía de Delitos contra la Libertad de Expresión, la Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y proporcionárseles atención sicológica. En el bimestre ingresaron cuatro varones y dos mujeres al mecanismo de protección federal, por riesgos probables.
Se sigue el caso en Veracruz, de un refugiado en la Ciudad de México ante las amenazas de muerte y un intento de secuestro. En la misma entidad, a otro informador se le brinda protección por la presencia cotidiana de hombres armados en su domicilio y en su oficina.
En la CNDH se da seguimiento a una mujer y un hombre víctimas de agresiones de servidores públicos del gobierno federal. Otra periodista en Puebla, tiene acompañamiento para vigilar las medidas de protección así como asesoría jurídica para que, tanto en la fiscalía local, como en la Federal continúen las investigaciones por amenazas de muerte.
Se monitorean en Quintana Roo, medidas de protección a consecuencia de amenazas por integrantes de un grupo delictivo que presuntamente se dedica a la trata de personas. En Campeche continúa el monitoreo de la revista Tragedia, cuyos integrantes fueron detenidos y torturados por elementos de Seguridad Pública de Yucatán. También en Campeche se vigilan las medidas otorgadas a un periodista después de reevaluación de riesgos.
Se mantiene asesoría jurídica a un informador en Michoacán, con orden de aprehensión por un juez federal, acusado por el Ejército de la retención de un militar cuando cubría una protesta de un grupo de autodefensa frente a un cuartel militar.
En el Mecanismo Federal, durante este bimestre siguieron las medidas de las cuales son beneficiarias cinco mujeres y ocho hombres periodistas, gestionadas en su momento por la CDP.
Y hasta aquí el informe. Triste panorama para los informadores, pero por hoy distraigámonos con robasuéteres e indignadas niñas que protestan por la duda sobre la sinceridad de su “acosador”.