Francisco aseguró hoy que los Reyes Magos “no querían más de lo mismo” porque estaban cansados de los “Herodes de su tiempo”, los “profetas de la desventura”, los “pequeños ídolos” a los cuales se le rinde culto: el poder, la apariencia y la superioridad.
Durante la misa de la Epifanía, ante más de cuatro mil fieles congregados en la Basílica de San Pedro en una fría mañana romana, el Papa reflexionó sobre la historia de los magos de Oriente que se pusieron en camino para adorar a Jesús porque “tenían el corazón abierto al horizonte”.
Ellos supieron ir más allá de los “esquemas mundanos” y se alejaron de los “ídolos que solo prometen tristeza y esclavitud”, estableció.
Los reyes supieron ver lo que el cielo les mostraba (la estrella), estuvieron abiertos a la novedad y representan a los “hombres creyentes” de hoy, los que tienen “nostalgia de Dios” y no han dejado se les anestesie el corazón, indicó.
Sostuvo que la “santa nostalgia de Dios” permite rechazar los “intentos reductivos y empobrecedores de la vida”, saca de los “encierros deterministas” que llevan a pensar que “nada puede cambiar”, rompe con los “aburridos conformismos” e impulsa a comprometerse por ese cambio anhelado.
“(Es) un desconcierto que brota del corazón de quién quiere controlar todo y a todos. Es el desconcierto del que está inmerso en la cultura del ganar cueste lo que cueste; en esa cultura que sólo tiene espacio para los ‘vencedores’ y al precio que sea”, ilustró.
“Un desconcierto que nace del miedo y del temor ante lo que nos cuestiona y pone en riesgo nuestras seguridades y verdades, nuestras formas de aferrarnos al mundo y a la vida. Y Herodes tuvo miedo, y ese miedo lo condujo a buscar seguridad en el crimen”, añadió.
Más adelante, el líder católico recordó que los hombres de Oriente fueron a buscar a Jesús al palacio, “signo de poder, de éxito, de vida lograda”, donde vivía un rey respetado, adulado y temido pero “no necesariamente amado”.
Ellos, aclaró, debieron emprender otro camino hasta descubrir “un Dios que quiere ser amado”, que no humilla, no esclaviza y no encierra. Eso, aclaró, sólo es posible “bajo el signo de la libertad y no de la tiranía”.
“Los magos pudieron adorar porque se animaron a caminar y postrándose ante el pequeño, postrándose ante el pobre, postrándose ante el indefenso, postrándose ante el extraño y desconocido niño de Belén descubrieron la gloria de Dios”, ponderó.
Fuente: El Sol de Tlaxcala