A sus 53 años, Kavelashvili accedió a la presidencia con el respaldo del partido Sueño Georgiano, que controla de manera efectiva el colegio electoral de 300 escaños. La elección se produce en un contexto de tensión política considerable, marcada por acusaciones de interferencia y manipulación.
El partido gobernante ha sido señalado por la oposición como un instrumento que podría estar facilitando una aproximación más cercana a Rusia, alejándose de las aspiraciones europeístas de Georgia.
Sueño Georgiano ha manifestado su intención de continuar buscando la adhesión a la Unión Europea, aunque simultáneamente busca «restablecer» las relaciones con Rusia. Esta postura genera significativas dudas sobre la verdadera orientación geopolítica del país.
Las críticas hacia el partido gobernante son contundentes. Se le acusa de volverse progresivamente autoritario y de mostrar una inclinación hacia Moscú, especialmente después de aprobar leyes que recuerdan a las estrategias del Kremlin para reprimir la libertad de expresión y los derechos LGTBQI+.
La historia reciente de Georgia está marcada por su compleja relación con Rusia. En 2008, ambos países sostuvieron un conflicto armado que resultó en el reconocimiento ruso de dos regiones separatistas e incrementó la presencia militar rusa en Osetia del Sur y Abjasia.
El contexto de esta elección refleja profundas divisiones internas. La decisión del partido Sueño Georgiano de suspender las conversaciones sobre su candidatura a la Unión Europea ha generado protestas y ha intensificado las críticas de la oposición, quienes ven este movimiento como un alejamiento de la integración europea.
La trayectoria de Kavelashvili, un exjugador de fútbol, y el origen del partido gobernante -fundado por Bidzina Ivanishvili, un multimillonario que hizo su fortuna en Rusia- añaden capas adicionales de complejidad al panorama político georgiano.
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