El día D de la Presidenta brasileña, Dilma Rousseff, llegó con aún mayor ímpetu del esperado.
La Cámara baja brasileña logró los 342 votos necesarios para aprobar la petición de juicio político contra la Mandataria por supuestos actos administrativos irregulares en el área fiscal.
Siendo las 23:00 horas locales, 342 diputados sufragaron a favor del proceso de impeachment, 127 en contra, 6 se abstuvieron y 2 estuvieron ausentes.
Dicha derrota es interpretada como un preludio de que Rousseff abandonará el Palacio presidencial antes de tiempo… y por la puerta pequeña.
La histórica votación se produjo tras tres días de discusión entre los 25 partidos brasileños e intensas negociaciones en Brasilia.
La Cámara de diputados remitirá ahora el trámite al Senado, que tiene la última palabra para la apertura del juicio político o impeachment.
Así, la Presidenta, acusada de incumplir la ley en el manejo de las cuentas públicas de 2014 y 2015, seguiría en el cargo hasta que el Senado apruebe o rechace en las próximas semanas el juicio político.
De ser suspendida, entregaría el cargo al Vicepresidente Michel Temer, a quien Rousseff acusa de ser parte de una conspiración en su contra.
La sesión extraordinaria es la conclusión de meses de pugnas, que prácticamente han paralizado al Gobierno y dividido al país, en que los dos bancos intercambiaban acusaciones de «golpistas» y «ladrones».
Luego de más de 40 horas de debate desde el viernes, los legisladores de la Cámara de Diputados comenzaron a votar uno a uno la tarde del domingo, la culminación de meses de jaloneos políticos que exhibieron la profunda división política en la nación más grande y la economía más poderosa de Latinoamérica.
El presidente de la cámara, Eduardo Cunha, quien encabeza el movimiento de juicio político, llamó uno a uno a los otros 512 diputados, dándoles tiempo para hablar antes de votar.
Luego de cada voto se escucharon aplausos y abucheos, mientras los legisladores veían la pizarra con el conteo de sufragios.
Luego de la primera hora y media, las votaciones eran 137 a 38 a favor del juicio político.
Luiz Carlos Hauly, diputado del Partido de la Social Democracia Brasileña, el principal opositor, dijo que Rousseff tenía que irse.
«En Europa cambian de Gobierno cuando no cuentan con la mayoría», afirmó. «El Gobierno no la tiene. No tiene los medios para gobernar».
Simone Morgado, miembro del partido Movimiento Demócrata Brasileño, aseguró que quienes proponen el juicio político intentan derrocar a una Presidenta electa democráticamente.
«Dado que Dilma no cometió ningún crimen, como muchos en esta Cámara, que no tiene vergüenza, voto que ‘¡no!»’, exclamó.
Las emociones han sido intensas desde que el proceso comenzó el viernes en la Cámara de Diputados con sesiones ruidosas y desordenadas.
Frente a la legislatura en Brasilia, manifestantes de uno y otro bando se dieron cita.
Las autoridades erigieron una muralla de más de un kilómetro de largo para mantener apartados a los dos bandos.
Patricia Santos, una maestra jubilada de 52 años, se presentó afuera del Congreso y dijo que estaba molesta con el status quo y quiere la salida de Rousseff.
«Queremos que nuestros políticos sean menos corruptos, así que esperamos que al llevarla a juicio político enviemos una señal a todos ellos», afirmó Santos.
«Sabemos que todos los partidos están involucrados en la corrupción pero el (gobernante) Partido de los Trabajadores (PT) ha encabezado esto durante 13 años, así que deben irse».
Miles se unieron a las manifestaciones, a favor y en contra del Gobierno, en otras ciudades del país.
En la Playa Copacabana de Río de Janeiro, miles de personas a favor del Gobierno se manifestaron en medio de fuerte música que sonaba en las bocinas de un camión.
Jader Alves, un jubilado de 67 años, prometió que si Rousseff es destituida, volvería a las calles.
«Mi Presidenta fue electa en 2014 y permanecerá en el Gobierno hasta 2018, sin importar lo que suceda», afirmó Alves.
En discursos de los líderes de los 25 partidos en la Cámara de Diputados, los legisladores se mostraron a favor del juicio político, como un necesario nuevo inicio para Brasil, y hubo quienes también lo criticaron, diciendo que era una usurpación ilegal del poder.
«Brasil está sumergido en graves crisis políticas, éticas y sociales», estimó Fernando Coelho Filho, representante del estado nororiental de Pernambuco.
«Le tengo mucho respeto a la presidencia, pero ha perdido autoridad y credibilidad para encabezar siquiera un mínimo esfuerzo para sacar al país de esta situación».
La Presidenta de Brasil afronta el juicio político por las acusaciones de que incumplió las normas fiscales.
Sus detractores describen una contabilidad de prestidigitadora que pretendía frenar un descenso de popularidad de su Gobierno, en medio de una economía en crisis y con un escándalo de corrupción tan grande que ha golpeado a figuras políticas de todo el espectro político, así como a algunos de los empresarios más ricos del país.
Rousseff niega cualquier mala práctica y afirma que Presidentes anteriores han utilizado técnicas de contabilidad similares.
Las acusaciones, afirma, forman parte de un «golpe» liderado por la elite tradicional de Brasil para arrebatar el poder al izquierdista Partido de los Trabajadores, que ha gobernado el país durante los últimos 13 años.
La votación del domingo se produjo mientras el país más grande de América Latina afronta problemas en muchos frentes.
La economía se contrae, la inflación ronda el 10 por ciento y un brote del virus del zika, que puede causar devastadores defectos congénitos, afecta a zonas del nordeste del país.
Río de Janeiro se prepara para acoger los Juegos Olímpicos en agosto, pero los drásticos recortes de presupuesto han alimentado el temor sobre si Brasil estará lista para hacer de anfitriona.
Muchas de las personas que buscan la salida de Rousseff también enfrentan acusaciones de irregularidades.
Cerca del 60 por ciento de los 594 miembros del Congreso enfrentan acusaciones de corrupción y otros cargos.
Temer, de 75 años y miembro del movimiento Democrático Brasileño -un partido que carece de una ideología concreta y con una reputación de regateo entre bastidores- ha intentado presentarse como un estatista por encima de las disputas, una figura de unidad que puede sanar al país.
Sin embargo, se le ha relacionado con la enorme red de corrupción centrada en la estatal petrolera Petrobras. Además, como firmó algunas de las maniobras contables en disputa, Temer podría terminar afrontando un proceso de juicio político en su contra.
El segundo en la línea de sucesión de Rousseff es el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, la fuerza impulsora del juicio político y viejo enemigo de la Presidenta.
Él afronta acusaciones de lavado de dinero y otros cargos por supuestamente aceptar unos 5 millones de dólares en sobornos en relación con el escándalo de Petrobras, y también podría verse despojado de su mandato por las acusaciones de que mintió a un comité del Congreso cuando dijo que no tenía cuentas bancarias en el extranjero.
Más tarde aparecieron documentos que los vinculaban a él y a su familia con cuentas en Suiza.
Bajo el estatus legal especial que con el que cuentan los legisladores y otros altos políticos brasileños, deben ser acusados por la Corte Suprema, lo que los protege de cualquier otro proceso legal.
Rousseff recalcó las acusaciones de corrupción que rodean a sus enemigos, e insistió que es la única que no ha sido mancillada por la corrupción.