La renuncia de Alejandro Encinas a la malamente llamada Comisión de la Verdad cuyos plenos poderes –y el dineral tirado a la basura–, sirvieron para su pleno fracaso, solamente demuestra dos cosas: la primera la facilidad con que en la IV-T se premia o se condesciende ante el fracaso y la segunda, el poco compromiso del subsecretario de Gobernación con un compromiso (incumplido) cuya naturaleza debería resultar esencial para la “ideología” de la izquierda redentora.
Tan importante es para ellos como para atestiguar ahora cómo el presidente se auto impone el resto de la investigación. Tampoco irá a ningún lado. Bueno, sí, irá a Palenque a gobernar la migración latinoamericana en una asamblea de papagayos. Pero esa es una carnavalada de otro costal.
Ahora el presidente de la República nos expone otro de los ángulos señalados una y otra vez por los críticos de tan mezquino trabajo encinista: la liberación de los culpables con el pretexto falso de la tortura, mientras se encarcelaba a los inocentes, como Jesús Murillo Karam, en primer lugar, acusado de un delito jamás cometido.
Ha dicho el presidente algo suficiente para un escándalo si en este país hubiera conciencia social y política, después de cinco años de carnaval y falsedades ideologizadas:
La sistemática y permanente tortura invocada (esa fue la acusación central contra Murillo y Zerón, y el pasaporte de “El Gil”), es mentira. Sirvió sólo para soltar a los culpables. O lo hicieron por complicidad en los hechos, o por provechoso encubrimiento político. O por ambas. Igual de vergonzosas. Leamos las palabras presidenciales. No tienen desperdicio:
—“…Yo, por la confianza que les di a quienes estaban en la investigación, pensaba que se habían practicado los protocolos de Estambul, no se hicieron, ni siquiera se cumplió con solicitar información a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (¿a cull, a la que sí hizo practicó oportunamente los protocolos o a este remedo poco profesional?) y se pasaron los términos; el fiscal especial dejó pasar los términos y esto fue lo que les sirvió a los defensores de los detenidos para solicitar que los liberaran; fíjense eso y pues como comprenderán, no es casual…
«Se esgrime que se solicitó o se usó como argumento lo del protocolo de Estambul que nunca se realizó (falso; luego cómo es que no se le consulta a la Comisión de Derechos Humanos (la anterior CNDH aplicó los protocolos); cómo es que el juez le dice a la fiscalía, te doy 10 días para que me pruebes los hechos de tortura y pasa el tiempo y no se presenta nada y casi a los pocos días, libertad para todos en un solo juzgado o dos…
«… ¿Y qué es lo que hicieron? ¿Qué era lo que pretendían?
Que nunca llegáramos a saber la verdad y señalar al Ejército.
¿Para qué? Para socavar a una institución como el Ejército con fines de pérdida de nuestra soberanía…”
Aquí de rebote el presidente exculpa de lenidad al Poder Judicial al cual ha atacado ferozmente en días pasados: si hay un plazo y no se cumple, el juez no tiene otro camino.
Por eso ahora dice:
“… y pues que no se avanza o no se avanzaba en (la) investigación, había todo el propósito de no avanzar y de distorsionar las cosas, el decir:
–‘Fue el Estado’; pues sí, claro que el Estado tuvo la responsabilidad porque ¿cómo se da una tragedia de esa magnitud y, en vez de castigar a los responsables y aclarar las cosas, se fabrican hechos y se busca ocultar?, o sea, ¿a quién se le ocurre eso?
—El fiscal que renunció, ¿ya está sujeto a investigación?
—No, no, no.
—¿Apenas van a iniciar?
–Sí, es que estamos viendo, o sea, estamos reconstruyendo todo.
Pues muy bien. Cuando falta menos de un año hay necesidad de verlo todo y reconstruirlo todo. Un monumento a la eficacia.
Después de todo esto resulta difícil entender la supervivencia de Encinas. No solamente dejan inconclusa la tarea más importante de su encargo sexenal. La entrega convertida en un amasijo de contradicciones y errores. Pero no sólo eso, se la traslada al presidente –o él la asume en un gesto plenipotenciario–, quien ha repetido en varias ocasiones: yo conduzco la investigación, lo cual lo coloca en una grave posición: él será el único responsable de los resultados finales.
Quizá por eso dice en su mayestático plural “estamos reconstruyendo todo”. Cuando algo está bien hecho no es necesario reconstruirlo.
Rafael Cardona
Por otra parte, hay un segundo encargo también inconcluso y abandonado: la comisión de búsqueda de los desaparecidos. En este gobierno no sólo no se han encontrado las personas invisibles; ha aumentado su número de manera terrible. Hasta la comisionada Karla Quintana prefirió tirar el arpa y renunciar (agosto 2023) al encargo inscrito en el área de Derechos Humanos del gobierno federal, dependiente de Alejandro Encinas.
Extraoficialmente se dijo: se negó a “rasurar las cifras” de acuerdo con la versión conveniente para Encinas y el Presidente. Haiga sido como haiga sido, la señora se fue a la calle.
“(EXP).- La salida de Quintana se da cuando en el país 111,025 personas están desaparecidas de las 292 mil 503 que fueron reportadas como ausentes entre enero de 1962 y el 23 de agosto de 2023.
“En el gobierno de Andrés Manuel López Obrador han sido reportadas 111 mil 840 como desaparecidas, no localizadas y localizadas. Hasta este 23 de agosto, 44 mil 065 (39.4%) se mantienen ausentes y 67 mil 775 (60.6%) ya fueron localizadas”(entre vivas y muertas).
Hasta este mes esa comisión está acéfala (vista su inutilidad, lo mismo da). En dos meses no han tenido tiempo de escoger a un sucesor de Quintana quien hasta ahora también ha desaparecido.
Y así de fracaso en error, la subsecretaría de Derechos Humanos luce a un sucesor improvisado, un pleito frontal contra la CIDH y el GIEI y una cartera de asuntos mal atendidos. Pero la amistad es la amistad, y así se expresa:
“…hoy (ayer) en la mañana en la reunión, ya despedimos con un aplauso a Alejandro Encinas, y ya estuvo el abogado y maestro Arturo Medina en la reunión de Gabinete de Seguridad.
“Les decía yo que él se viene desempeñando como procurador fiscal de la Federación. Es egresado de la UNAM, es un muy buen servidor público, preparado, honesto, con convicciones…”
Vaya, otro todólogo…