«Joe Biden y Vladimir Putin deberían irse a un bar y sentarse a dialogar», expresó Roger Waters durante el primero de dos conciertos que ofrece en la Ciudad de México.
Casi dos horas antes, una ciudad en ruinas, repleta de humanos adormecidos que parecían zombies, fue la primera parada del viaje por el cual llevó a su público del Palacio de los Deportes.
«Dos advertencias», clamaba una voz previo al arranque del concierto. «Número uno, apaguen sus celulares, y número dos, todos aquellos que sean fans de Pink Floyd, pero no comulguen con las políticas de Waters, chin&#@ a su ma@$& y váyanse al bar ahora».
Con los temas Another brick in the wall, Powers that be y Bravery, denunció los abusos de poder cometidos en contra de las minorías y, enaltecidos con un brillante color rojo, mostró los rostros de los mandatarios, entre los que destacaron Donald Trump y Joe Biden que considera criminales.
El escenario 360, decorado con unas pantallas en forma de cruz, permitió que nadie se perdiera la oportunidad de verlo de frente. “Tanto cantar me dio sed”, dijo Waters, así que tomó un buen trago a la botella que según su etiqueta era de mezcal, la cual adornaba su piano.
«Muchas gracias a todos los que compraron sus boletos para estar aquí. Esto significa mucho para mí», dijo con un español un poco atropellado, pero que le dejó gritar con alegría: «¡Qué viva México!».
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