#TodosSomosMéxico
Mauricio Farah
@mfarahg
Han pasado 16 años desde que en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos supimos de casos de secuestro de migrantes. Tres años después, en junio de 2009, dimos a conocer el Informe Especial sobre secuestro de migrantes. Había en ese documento testimonios, hechos, lugares, montos, modus operandi, historias desgarradoras y datos elocuentes. Documentamos una crisis humanitaria con casi 10 mil migrantes secuestrados en 6 meses. Las autoridades de entonces estuvieron más interesadas en desdeñar y minimizar el documento que en atender lo que en él se denunciaba.
Pienso en ello mientras leo una nota de Milenio (Tras plagiarlos, crimen marca a migrantes como al ganado, 4 de agosto, 2022) que da cuenta de una nueva modalidad: ahora los secuestradores hieren de manera ostensible en la nariz a los migrantes que pagan el rescate para que se sepa, dicen, que ya pagaron y no vuelvan a ser secuestrados. Pero en el sendero migrante no hay garantía de nada: la misma banda u otras pueden tomar la señal como aviso de que allí va una víctima segura porque tiene familiares en EU. La marca, que como salvoconducto se soporta, puede convertirse en autodelación.
Pasan los años y aumenta la crueldad: hace más de una década recabamos testimonios de que los secuestradores llamaban a EU a los familiares de sus víctimas para exigir el rescate y con frecuencia hacían que el propio plagiado, a quien torturaban en el instante de la llamada, pidiera su rescate: Mamá, págales. Me van a matar. Pronto, hermano. Era un audio atroz, que hacía que los familiares se comprometieran a enviar cuanto antes un dinero que no tenían. Hoy la crueldad se solaza no sólo con el audio sino también con la imagen. Brutalidad sin límite.
Hace 14 años el monto exigido era en la mayoría de los casos de entre mil 500 y tres mil dólares; hoy abundan testimonios de rescates por 5 mil o 6 mil 500 dólares.
Migrantes que viven en EU y que han pagado rescates revelan que los secuestradores les exigen que envíen el monto del rescate por los conductos habituales del envío de remesas y a nombre de tantas mujeres como el número de pagos en que dividen el monto total. Camuflaje para la extorsión: remesas, cantidades moderadas, mujeres destinatarias.
Los migrantes secuestrados son tanto los que van hacia el norte como los que son devueltos desde Estados Unidos, mexicanos y de otras nacionalidades.
Los secuestradores suelen merodear albergues, hoteles, campamentos, puentes fronterizos, taxis, y se pueden presentar como personas que quieren ayudar o como coyotes, taxistas, autoridades. O como lo que son: secuestradores.
Antes, al llegar a las casas de seguridad u otros inmuebles, como bodegas o ranchos, les decían lo que podía pasarles si sus familiares se negaban a pagar; hoy les muestran en videos que exhiben la saña con la que los secuestradores han maltratado o asesinado a otros.
Lo peor que podemos hacer es minimizar o negar lo que sucede, más aún si es tan grave y cruel como el secuestro de migrantes.
Han transcurrido más de 16 años y la industria del secuestro de migrantes sigue siendo un infierno para miles de ellos en su paso por nuestro país. ¿Hasta cuándo?
(*) Secretario general de Servicios Administrativos del Senado y especialista en derechos humanos.
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