La razón de que las botas antigravedad jamás se pusieran de moda es que, después de un rato, permanecer de cabeza resulta muy incómodo.
Pero “¿Por qué los murciélagos y otros animales que se cuelgan de cabeza, no sufren esa consecuencia?”.
Según la Cruz Roja estadounidense, el humano adulto promedio tiene alrededor de 7.5 litros de sangre. Todo ese líquido se agolparía de pronto en el cráneo si nos colgáramos de cabeza, causando el dolor.
En comparación, los murciélagos son muy ligeros. El quiróptero más diminuto del mundo –el murciélago nariz de cerdo de Kitty o murciélago moscardón- pesa escasos 2 gramos e incluso las dos especies más grandes (el zorro volador negro de Australia y el zorro volador de Filipinas) alcanzan un peso de solo 1.1 kilogramos.
Por consiguiente, los murciélagos “no son lo bastante pesados para que la gravedad afecte su flujo sanguíneo”, informa en su correo Rob Mies, director de la Organización para la Conservación de los Murciélagos, en Michigan.
Colgarse de cabeza tiene otro beneficio: no requiere de esfuerzo. Las patas de los quirópteros poseen tendones especializados que les permiten permanecen colgados y perfectamente relajados. Si estuvieran sentados en posición vertical, tendrían que contraer un músculo (y gastar energía) para soltarse y emprender el vuelo.
De hecho, ese tendón es tan eficaz que, aun muerto, el murciélago sigue colgado.
Más relajado, imposible.
Otro animal que vive patas arriba es el perezoso.
Oriundo de los bosques de Centro y Sudamérica, el perezoso no pasa tanto tiempo de cabeza como suponemos, dice Don Moore, subdirector del Zoológico Nacional Smithsoniano en Washington, D.C.
Cuando los desgarbados animales se desplazan boca abajo entre los árboles, lo hacen con tanta lentitud que el líquido de su oído medio permanece estable, y eso evita el mareo.
Los perezosos de dos dedos se orientan manteniendo la cabeza en una posición: dirigen la nariz hacia el suelo al moverse en paralelo por una rama, dice Moore.
Sin embargo, los perezosos de tres dedos hacen un truco genial. “Son asombrosos. Giran la cabeza 180 grados mientras se desplazan horizontalmente”, y así pueden ver las ramas que tienen enfrente, explica.
“Son fabulosos para desplazarse muy, pero muy despacio por la bóveda arbórea, con el aspecto de un bulto de algas”, agrega. Y es que la piel del perezoso no solo favorece el desarrollo de algas, sino que, como descubrió este estudio de 2014, algunas especies de polillas “colonizan, exclusivamente, el pelaje de los perezosos”.
Una vez a la semana, los perezosos bajan de los árboles para defecar y las polillas hembras desovan en sus excrementos. Según la investigación, una vez que eclosionan, las nuevas polillas vuelan para aparearse en el pelo del perezoso.
Fuente: NatGeo