Dinamarca acabó con el sueño de la República Checa y alimentó el suyo propio en el duelo de las sorpresas de los cuartos de final. Huérfanos de emociones desde hace décadas, el premio de las semifinales se lo llevó la selección que comenzó el torneo con un amago de tragedia y que continuó de éxito en éxito hasta alcanzar una ronda seguramente inimaginable para muchos.
Sufrió para conseguirlo. La República Checa vendió cara su derrota con una reacción inesperada cuando parecía acabada. El 0-2 de la primera parte no hizo hincar la rodilla a un grupo de jugadores que se levantó cuando parecía caído para engrandecer la eliminatoria de las selecciones sorpresa.
Como en las Eurocopas de 1992 y 1996, pocos esperaban el concurso de ambos equipos en las rondas finales. En Suecia 1992, la Dinamarca de Richard Moller Nielsen demostró que era posible ganar algo grande pese a tener todo en contra. Clasificados de rebote para la fase final tras la expulsión de Yugoslavia y después de citar a jugadores que estaban de vacaciones, se llevó el gato al agua.
En Inglaterra 1996, fue la República Checa la que estuvo a punto de dar la campanada tras plantarse en la final. Perdió con el famoso gol de oro de Oliver Bierhoff, pero rozaron una gloria. El retrovisor de la historia presagiaba un duelo nostálgico bañado de presente. El ganador, volvería a agitar las emociones de dos países que han caminado por el desierto demasiados años.
Dinamarca fue la encargada de golpear primero. Muy pronto, a los cinco minutos, se adelantó en el marcador con un cabezazo de Thomas Delaney a la salida de un córner. Sólo entre las torres checas, se encontró con un regalo que no desperdició.
Su tanto fortaleció la idea danesa, que saltó al terreno de juegos con los mismos que arrasaron a Gales 0-4 pese a recuperar a Yussuf Poulsen y a Daniel Weiss. El técnico Kasper Hjulmand decidió no tocar aquello que funcionó y Dinamarca mantuvo el nivel pese a la resistencia de sus rivales.
Compactos, serios en defensa y, sobre todo, muy rápidos al contragolpe se erigieron como los dueños del partido. Los grandes jugadores daneses de la Eurocopa carburaron a las mil maravillas. La consistencia de Simon Kjaer, la imaginación de Mikkel Damsgaard, la insistencia de Joakim Maehle y el acierto de Kasper Dolberg, cimentaron un equipo serio para acercarse a las semifinales.
Damsgaard, en dos ocasiones, y Delaney, pudieron hacer el segundo antes del descanso, pero fue Dolberg, al límite del final de los 45 primeros minutos, quien dejó muy encarrilado el partido con una volea tras una asistencia de Maehle con el exterior del pie derecho. El lateral del Atalanta, con su espectacular pase, volvió a pedir a gritos un hueco en el once del conjunto italiano.
Enfrente, con Patrik Schick desaparecido, el cuadro checo solo pudo intimidar a Kasper Schmeichel con una volea de Petr Sevcik y un remate de Tomás Holes. El delantero del Leverkusen no tuvo ninguna presencia en el acto inicial, pero en la reanudación, con un solo toque, igualó a Cristiano Ronaldo con cinco goles en la Eurocopa y metió a su selección en el partido.
La República Checa salió en tromba del vestuario, a por la remontada. No tenía tiempo que perder y a los dos minutos Schick puso picante al duelo tras rematar un centro de Vladimir Coufal desde la banda derecha. Los hombres de Jaroslav Silhavy se encontraron con una oportunidad, pero no pudieron aprovecharla.
Dinamarca no se relajó, aguantó bien a su rival, sufrió algún que otro susto e inquietó con Poulsen a la cabeza. Al final, la República Checa no pudo cambiar el destino. Estaba escrito que el equipo de Hjulmand, como la Dinamarca de 1992, comenzaría con un sobresalto, en su caso el desmayo de Eriksen, y acabaría soñando con un título que hace casi tres décadas consiguió por sorpresa.
Fuente: El Universal