¿Quién que sea americano podría olvidar el nombre de Germán Arciniegas?
Este colombiano universal (1900-1999) en su prosa -obra magistral de pasión luminosa- nos ha enseñado a querer aún más y a comprender mejor este nuevo mundo que habitamos. Me refiero a las tierras americanas.
Se me figura Germán Arciniegas como uno de esos espléndidos magos del Universo, inventando tierras inexploradas, mundos esféricos, mares navegables pero llenos de escollos, rutas marcadas por estrellas vigilantes. Todo lo que él descubre en cada palabra tiene algo de extraordinario y milagroso.
Este Nuevo Mundo encontrado en el ancho horizonte del pensamiento es como un parteaguas, diría Arciniegas, porque su descubrimiento es como una luz poderosa para los que llegan a la Historia, al cabo de mil años, callados, desnudos de ideas, ignorantes de sí mismos. Los hijos de la Europa oscura, la de los laberintos de la Edad Media, llegaron para desentrañar la historia de las civilizaciones derrumbadas y a resucitarlas. Buscaron en los libros perdidos de siglos. Fueron Colones que miraron hacia atrás, redescubriendo el Viejo Mundo. La Historia animaba, estimulaba, ambicionaba.
Acudo a la Ecured que menciona algunos datos biográficos de Arciniegas y menciona su obra maravillosa e integradora de los pueblos de América.
Germán Arciniegas fue hijo del hacendado Rafael Arciniegas Tavera y de Aurora Angueyra Figueredo y tuvo siete hermanos: tres hombres (Rafael, Hernando, Germán) y cuatro mujeres (Isabel, Lucía, Inés, Julia). Nació y murió en Bogotá.
Su vida recorre casi todo el siglo 20. Queda huérfano de padre en una edad muy joven, y su madre queda con los siete hijos sola, haciendo malabares para sostener a su familia. Se casó con Gabriela Vieira y tuvo dos hijas: Aurora y Gabriela.
Fue un pensador abierto, iconoclasta, un libertario. Rebeldía que tal vez le viniera de la herencia de su bisabuelo materno, Perucho Figueredo, «Desde los tiempos de estudiante fue un ciudadano incómodo, un agitador. Sería secretario de la Asamblea Universitaria, que promovió trasladar a su país la experiencia de la Reforma Universitaria de Córdoba. Para esos fines fundó la revista Universidad en 1921. Luego continuó su proyección hacia la vida cultural y política de su país con la publicación de la revista Los Nuevos. No cesaría durante toda su vida de fundar revistas que recogieran lo más destacado del pensamiento y la creación literaria de su época: Revista de las Indias (1939), Revista de América (1945), Cuadernos (1953), en las que hallaron su espacio los talentos de Horacio Quiroga, Mariano Picón Salas, Uslar Pietri, Carlos Pellicer, Macedonio Fernández.»
Es célebre entre ellas su última revista, El Correo de los Andes en que escribieron grandes columnistas y participaron importantes artistas plásticos de todo el mundo.
En 1928 se vinculó al diario El Tiempo de Bogotá, en el cual fue director de la sección editorial, jefe de redacción, director del Suplemento Literario de los domingos y columnista. Fundador de Ediciones Colombia.
Siempre se caracterizó por homenajear a los libertadores de América hispana: Simón Bolívar, Santander, José Martí Analizar sus ideas, romper los estereotipos, llegar hasta la humanidad de los héroes. Así mismo se condolía por los oprimidos y por las minorías, por la mujer, por el indígena, por el campesino. Dignas de recordarse son las referencias a los discursos de los indígenas que fueron llevados frente al Rey de España durante la conquista de América.
Seguidores de ideas conservadoras abundaban en Colombia en los años 40. Fueron estas ideas las que hicieron que, en 1946 con la llegada de los conservadores al poder, su vida fue amenazada y se vio obligado a exiliarse con su familia en Estados Unidos, aprovechando que le habían ofrecido un puesto como docente en la Universidad de Columbia.
Fue entonces cuando escribió uno de sus libros más importantes, así como más censurados y prohibidos: Entre la libertad y el miedo (1952) el cual es un amplio reportaje sobre los fenómenos del fascismo, el nazismo, el peronismo y las dictaduras que cundían por doquier en Hispanoamérica.
Arciniegas recuerda que fue después del cristianismo, después del derrumbe de Roma, cuando se produjo un cambio verdaderamente radical en el pensamiento y las ideas de Europa, con la presencia de América. “Hasta el día anterior a la revelación del nuevo continente –dice Arciniegas- la Tierra podía ser obra de los dioses, pero inconclusa; un planeta incomprensible a la razón, vecino de la fábula y el mito. Con América fue nuevo el ámbito en que iba a moverse la imaginación del hombre”. Y todo gracias al coraje de un extraño navegante que tuvo el coraje suficiente para ir al encuentro de la otra orilla del Atlántico.
Germán Arciniegas: bienaventurado aventurero de las letras que rescató la magia americana perdida en los silencios infinitos de otros tiempos.
Premio Nacional de Periodismo
Fundador de Notimex