Checo Pérez le ha dado una vuelta inusual al ya de por sí turbulento 2020. El mexicano fue el primer piloto de la Fórmula 1 en dar positivo al covid-19 a finales de julio y en septiembre anunció que dejaría la escudería con la que se ganó una reputación en los últimos años. El niño consentido de Guadalajara, incluso, había pasado uno de los mayores corajes de su trayectoria al renunciar, por una decisión polémica de su equipo, a la tercera posición del Gran Premio de Emilia-Romagna en Italia. Un año triste.
Pero, este domingo, en Estambul, Pérez hizo lo que mejor sabe hacer: aguantar. Lo logró en una pista empapada y con solo unos días de ser rehabilitada. Terminó segundo en la carrera en el día en que Lewis Hamilton se convirtió por séptima ocasión en campeón del mundo.
El triunfo prendió a México. Tuvieron que pasar más de dos años para que Sergio Pérez volviera a subirse al podio. En 2018 celebró un tercer lugar en el GP de Bakú en una Fórmula 1 que aún desconocía los festejos detrás de un cubrebocas.
Así, Checo sumó su noveno podio.
“Esta no es nuestra última carrera juntos, pero es una buena forma de terminar. Gracias por todo. ¡Venga cabrones! Nunca nos damos por vencidos”, se escuchaba decir a Checo Pérez al final de la carrera en el audio de Racing Point (antes Force India y próximamente Aston Martin). El piloto aún no sabe qué le depara el futuro.
Aquí, quisiéramos que “casi” cualquier escudería, lo salve.
En la carrera de clasificación para la carrera en Turquía, Checo Pérez terminó en la tercera plaza en la parrilla, en una posición inmejorable para intentar alcanzar el podio. Su compañero de equipo, Lance Stroll, había terminado en la pole, sin embargo, no pudo capitalizarla y finalizó noveno. A Stroll se le ha criticado su efervescente ascenso en el circuito por ser hijo del multimillonario Lawrence Stroll, dueño de Racing Point y experto en relanzar marcas de la moda como Tommy Hilfiger y de Michael Kors. En el día clave, el piloto mexicano hizo de su pericia su mejor combustible para terminar segundo y con los neumáticos al límite.
Checo Pérez ha sido durante la última década el proyecto personal del magnate Carlos Slim. El empresario le apoyó, a través de patrocinios, desde sus inicios en las competencias menores hasta que dio el salto con Sauber en 2011. Su frescura y agresividad sobre la pista le valieron para ser fichado por una de las grandes: McLaren. Era visto como el joven pródigo, el sucesor de Lewis Hamilton en el equipo. Pero una serie de decisiones marginaron a Pérez y le llevaron a salir de la escudería en 2014.
Más tarde comenzó su etapa en Force India a la cual llevó a ser la cuarta mejor constructora tras Mercedes, Ferrari y Red Bull.
“En lo personal duele porque aposté mucho por el equipo en momentos muy difíciles; se logró salir adelante y me siento orgulloso de haber salvado el trabajo de muchos de mis compañeros”, escribió Sergio Pérez el día que anunció su partida de la siempre cambiante Racing Point que afrontó una scrisis económica. Y Pérez se mantuvo firme.
Con el ascenso de Pérez, la euforia de la Fórmula 1 se incrementó en México: el país volvió a tener un representante en el asfalto. Y se acrecentó más cuando incluyeron una fecha del campeonato al circuito mexicano de los Hermanos Rodríguez en 2015. El aún piloto de Racing Point se convirtió en el embajador principal y nuestro país ha sido considerado el anfitrión favorito para la F1 durante los últimos cinco años. La pandemia frustró el Gran Premio del 2020 y con Pérez preparando la mudanza no parecía tener grandes expectativas… hasta este domingo.