La grave escasez de agua en los hogares que enfrentan dos de cada cinco personas en el mundo está socavando los esfuerzos para contener la pandemia de COVID-19.
El frecuente y minucioso lavado de manos se encuentra entre las medidas más efectivas para restringir la propagación del virus SARS-CoV-2 porque las principales vías de transmisión son las gotas de saliva y el contacto directo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, alrededor de 3 mil millones de personas no tienen acceso a agua corriente y jabón en casa, y 4 mil millones sufren de una grave escasez de agua durante al menos un mes al año, señaló ONU-Agua.
“Es una situación desastrosa para las personas que viven sin acceso a agua potable y saneamiento gestionado de forma segura”, declaró el presidente del grupo, Gilbert F. Houngbo, en una entrevista. «La subinversión crónica ha dejado a miles de millones vulnerables y ahora estamos viendo las consecuencias».
Años de inversiones diferidas en agua potable y saneamiento ahora ponen a todos en riesgo a medida que el patógeno se propaga a través de los países desarrollados y en desarrollo generando un ciclo de infección y reinfección.
El mundo necesita gastar 6.7 billones de dólares en infraestructura de agua para 2030, según Naciones Unidas, no solo para las necesidades urgentes de saneamiento, sino para abordar problemas a largo plazo de la pandemia, como proporcionar un mejor riego para evitar una posible crisis alimentaria, remarcó Houngbo.
Algunas empresas han dado un paso al frente para ofrecer soluciones a los problemas más urgentes. La japonesa Lixil Group, propietaria de marcas como American Standard y Grohe, trabajó con Unicef y otros socios para crear un dispositivo de lavado de manos que solo necesita una pequeña cantidad de agua en una botella. Por un millón de dólares, producirá 500 mil unidades en India que serán donadas y servirán a 2.5 millones de personas antes de comenzar las ventas minoristas.
Es una respuesta rápida a corto plazo para ayudar a combatir la pandemia del nuevo coronavirus, pero se necesitan inversiones más sostenibles, como la instalación de agua corriente en más hogares, consideró Clarissa Brocklehurst, miembro del Instituto del Agua de la Universidad de Carolina del Norte y exjefa de agua, saneamiento e higiene en la Unicef.
Inequidad del agua
La falta de acceso al agua y saneamiento básicos es un ejemplo más de los efectos letales de la desigualdad que está dejando al descubierto la pandemia. Los impactos de la mala gestión del agua se sienten desproporcionadamente en los pobres, quienes son más propensos a depender de la agricultura de secano para alimentarse y están en mayor riesgo por el agua contaminada y el saneamiento inadecuado, advirtió el Banco Mundial.
Las personas desfavorecidas en las ciudades son particularmente vulnerables, ya que a menudo viven en áreas densamente pobladas donde el distanciamiento social es difícil, especialmente si tienen que compartir una fuente de agua.
La transmisión del patógeno en América ha sido más difícil de contener en áreas urbanas pobres que tienen acceso limitado a servicios de agua, saneamiento y salud pública, indicó Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Hasta 5 mil 700 millones de personas podrían estar viviendo en áreas donde el agua escasea durante al menos un mes al año para 2050, creando una competencia sin precedentes por el recurso, enfatizó Houngbo de la ONU. Según una estimación, cada grado de calentamiento global expondrá aproximadamente a 7 por ciento de la población mundial a una disminución de los recursos hídricos renovables de al menos 20 por ciento.
“Lavarse las manos durante tanto tiempo ha sido lo que yo llamaría infantilizado”, dijo Brocklehurst. «De repente, es una cuestión de vida o muerte y los adultos se están enseñando a sí mismos canciones para lavarse las manos«.