México ya entró en el callejón económico de los nuncas. Las consecuencias por la pésima gestión de la pandemia ha multiplicado el número de contagiados y ya se advierte que el número de muertos podría ser mayor al registrado durante la Revolución. En el terreno económico las cosas son cada vez más graves, el pesimismo campea entre los especialistas de las principales instituciones, incluso las más conservadoras que coinciden en que la caída del Producto Interno Bruto será de dos dígitos, los que menos hablan del 10 por ciento, otros ya pronostican hasta el 12 por ciento.
En lo que todos los analistas coinciden es que la causa principal es la indiferencia del gobierno de Andrés Manuel López Obrador ante la tragedia que viven cientos de miles de empresas que ya cerraron sus puertas y unos doce millones de personas que se han quedado sin ingresos en los últimos cuatro meses.
Como consigna quedó la afirmación del presidente: que quiebren los que tengan que quebrar, lo dijo literal y por extensión se dice que se queden sin trabajo los que se tengan que quedar…
Se da por descontado que la crisis económica de México será superior a las sufridas en 1985, 1994 y 2009. Ahora la duda es si se acercará o pasará por encima de la gran depresión del siglo pasado que alcanzó el 14 por ciento del PIB.
LA DIFERENCIA
Para no creerlo, pero son tan parecidos las crisis sanitarias del AH1N1 durante el gobierno de Felipe Calderón y la del Covid-19 de los tiempos que vivimos. Se podrá decir que el grado de intensidad es diferente, pero eso no se sabía cuando México se convirtió en el punto de partida y epicentro de la influenza, igual fue necesario cerrar el país. Nunca sabremos lo que hubiera sucedido si la gestión hubiera estado en manos de López-Gatell y no del epidemiólogo Alejandro Macías
Lo que es un hecho es que la reacción del gobierno de Felipe Calderón fue oportuna, contundente y acorde con los lineamientos de los organismos internacionales, tanto sanitarios como económicos.
En su libro Decisiones Difíciles de reciente publicación, Calderón expresa que, “En 2009, en el primer brote, fallecieron a consecuencia de la influenza estacional y de la AH1N1 más de mil 300 personas. En un segundo brote, a partir de octubre, cuando las medias se habían relajado, se registró un índice aún mayor de defunciones”.
No se necesita hacer mucha memoria para recordar que en febrero el gobierno de México le vendía insumos médicos a China, que después se debieron importar, que López Obrador ya con la pandemia causando estragos en Europa llamaba a salir, abrazarse y hasta se fotografiaba besando niños; mientras el errático López-Gatell le recetaba al país aquello de que el presidente no se contagiaría porque estaba dotado de una fuerza moral. El mundo se habría de enterar que el presidente de México se escudaba en reliquias y estampas religiosas y su secretaria del interior en gotas de nanomoléculas.
La diferencia en el tratamiento de las dos pandemias es la salida económica: mientras Calderón optó por un programa contracíclico que incluyó fortalecer la inversión pública para generar empleo, apoyar con dinero fresco a las empresas y a los trabajadores, entre otras medidas; López Obrador ha preferido mantener programas sociales que no acaban por aterrizar, continuar obras tan cuestionables como el tren maya, la refinería de dos bocas y el aeropuerto de Santa Lucía.
El regreso al crecimiento tras la crisis de 2009 se produjo un año después. Las expectativas de los especialistas advierten que recuperar el nivel económico de 2018 se conseguirá por allá por 2025.