Al menos 30 mil reclusos y trabajadores de penales de Estados Unidos han contraído el coronavirus, según datos publicados el miércoles, lo que contribuye al actual aumento del número de casos fuera de los grandes focos iniciales de la pandemia en el país.
Unos 21 mil reclusos y 9 mil agentes son casos confirmados, según cifras recogidas por la facultad de derecho de la Universidad de California en Los Ángeles. Entre ellos, 285 reos y 34 funcionarios murieron.
Las estadísticas oficiales van rezagadas con respecto a estas cifras obtenidas de forma independiente por los investigadores.
En un informe publicado el miércoles, los Centros para la Prevención y Control de Enfermedades (CDC) informaron de 4.893 reclusos y 2.778 empleados del servicio penitenciario infectados hasta el 28 de abril, en 420 cárceles y centros de detención en 32 estados.
Según este estudio, murieron 88 prisioneros y 15 agentes contaminados.
Pero estas cifras subestiman ampliamente el alcance del contagio en las cárceles, como advierten los propios autores del informe, porque casi un tercio de las jurisdicciones consultadas no han respondido y porque a muchos de los reclusos contaminados no se les ha realizado la prueba diagnóstica.
En el estudio de los CDC, la mitad de las cárceles reportaron casos solo de empleados y no de reclusos.
“Dado que los agentes se mueven diariamente entre los establecimientos penitenciarios y sus dependencias, podrían ser una fuente importante de introducción del virus en las infraestructuras», escriben los autores, quienes subrayan que «muchos establecimientos no ofrecen pruebas a sus empleados».
Las cárceles combinan factores que favorecen la pandemia: celdas hacinadas, personal sobrecargado de trabajo, presos que a menudo sufren patologías preexistentes y dificultad para desinfectar regularmente.
En abril una prisión en Marion, Ohio, se puso a la cabeza de los establecimientos más afectados de Estados Unidos, incluidas las casas de retiro, al dar positivo más del 80% de sus aproximadamente 2.500 reclusos y 175 trabajadores.
Fuente: Excélsior