El trabajo doméstico y de cuidados en el hogar permanece como la principal fuente de desigualdad en el acceso al mercado laboral para las mujeres.
De acuerdo con cifras del Inegi, ellas destinan, en promedio, 66.5 horas semanales a actividades no remuneradas del hogar y al trabajo que sí les es remunerado.
En contraste, los hombres dedican 60.3 horas semanales a estas actividades, lo que significa que ellas trabajan 10.4% más que ellos.
Sin embargo, de ese esfuerzo físico y mental total invertido por las mujeres, 67% corresponde a labores domésticas no remuneradas. El restante 33% es para el mercado laboral que les paga un salario.
Para ellos es al revés: pese a que laboran menos horas a la semana, 72% de ese tiempo va al trabajo remunerado y 27.6% lo dedican a labores domésticas sin paga.
Un estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo establece que, en promedio, las mujeres que trabajan tienen un salario 28% menor al de los hombres cuando se igualan aspectos como el nivel educativo.
Esto representa la mayor brecha salarial de género entre 14 países latinoamericanos analizados.
Las mujeres trabajan, en promedio, 10% más horas que los hombres en la semana; ellas ganan 28% menos que ellos; especialistas dan recomendaciones para zanjar diferencias.
De cada 100 mujeres en edad de trabajar en México, 45 forman parte del mercado laboral, ya sea que estén trabajando o estén buscando activamente hacerlo. En cambio, para los hombres, esta cifra se eleva a 77, revelan datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) al cuarto trimestre de 2019.
Detrás de esta tasa de acceso al mercado laboral para las mujeres, que es de las más bajas en el mundo, subyace un fenómeno histórico, que poco a poco se ha ido visibilizando, pero que, según especialistas, todavía sigue siendo la principal fuente de desigualdad en el acceso en el mercado laboral para las mujeres: el trabajo doméstico y de cuidados en el hogar.
Y es que según el propio Inegi, en promedio, una mujer destina 66.5 horas semanales a actividades no remuneradas del hogar y a actividades laborales que son remuneradas, frente a las 60.3 horas semanales que destinan los hombres, lo que significa, para todo fin práctico, que ellas trabajan un 10.4% más que ellos en una semana.
Sin embargo, de ese esfuerzo físico y mental total invertido por las mujeres, 67% corresponde a labores domésticas no remuneradas, y el restante 33% lo destinan al mercado laboral del cual obtienen un salario. En cambio, para los hombres, pese a que trabajan menos horas a la semana, la relación se invierte: 72.4% lo destinan a trabajos remunerados, en tanto que 27.6% del tiempo lo dedican a labores domésticas del hogar sin paga.
Además, un estudio realizado por David Kaplan y Claudia Piras, del Banco Interamericano de Desarrollo, establece que, en promedio, las mujeres que trabajan tienen un salario 28% menor que el de los hombres cuando se igualan aspectos como el nivel educativo, la mayor brecha salarial de género entre 14 países latinoamericanos analizados.
“Antes de entrar a debatir de si las mujeres ganamos menos que los hombres en el mercado laboral, de si somos discriminadas o sufrimos violencia o acoso laboral, temas que sin duda debemos resolver, demos primero un paso atrás. ¿Por qué la mayoría de las mujeres ni siquiera puede entrar al juego del mercado laboral? Detrás de esa baja tasa de participación del 45% se esconde la principal fuente de desigualdad histórica de género: que en nosotras recae toda la economía del cuidado”, comentó Valeria Moy, directora general del Observatorio México ¿cómo vamos?
“Un parteaguas en el acceso al mercado laboral para las mujeres es cuando entran a la vida en pareja. El 43% de los hombres solteros realizan labores domésticas, pero esa cifra baja dramáticamente a 15% cuando se unen a una mujer. En cambio, en las mujeres se eleva a 66% apenas se unen a un hombre, situación que se acentúa a su vez con la llegada de los hijos”, manifestó Viridiana Ríos, analista política.
El Inegi, en su Cuenta Satélite del Trabajo Doméstico no Remunerado, reporta que este trabajo equivale a 23.5% del PIB de México, de los cuales casi 18 puntos porcentuales son aportados por las mujeres. El Inegi define este trabajo como un ahorro para los hogares, pues es un gasto que no se ejerce hacia el mercado para buscar realizar este tipo de trabajo. Y añade que, si tuviera que ser remunerado, cada mujer tendría que recibir, cuando menos, un sueldo mensual de cinco mil pesos.
Tanto Valeria Moy como Viridiana Ríos coincidieron en que el mayor acceso femenino al mercado laboral pasa necesariamente por hacer realidad un Sistema Nacional de Cuidados, en el cual, desde el sector público, se creen estancias para el cuidado, no sólo de niños, sino también de adultos mayores, y de personas enfermas y con discapacidad, roles que de manera tradicional asumen las mujeres.
Este tema también ha sido recomendado de manera reiterada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), con el fin de aumentar la participación laboral de las mujeres, y reducir de manera estructural la pobreza en el país.
“Hay dos millones de mujeres de pobres más en México que hombres. Si a ellas las pusiéramos en una ciudad, sería la quinta más grande de México, más grande que Toluca o Tijuana. Detrás de esto se encuentra la falta de acceso a un empleo remunerado”, comentó Viridiana Ríos.
“Un Sistema Nacional de Cuidados sería también un generador de empleos per sé, que de igual forma recaería en mayor contratación de mujeres, por la tendencia, diría yo que, hasta biológica, de estar en las labores de cuidados”, añadió Valeria Moy.
Ambas especialistas expresaron que otras medidas que ayudarían a una mayor inserción al mercado laboral para las mujeres es que las escuelas extiendan sus jornadas de clase, pues es imposible para ellas tener un empleo, teniendo que buscar a los hijos en horas tempranas, como al medio día.
Moy y Ríos coincidieron en que los sectores público y privado pueden hacer más por incluir a las mujeres en el trabajo remunerado, implementando, por ejemplo, salas especiales para el cuidado de niños en los centros de trabajo, gasto que tendría que ser complementado por el gobierno con estímulos fiscales para el caso de las empresas privadas.
Tener horarios flexibles para mujeres y hombres, en el cual se pueda combinar trabajo en oficina y trabajo en el hogar, ayudaría también a que haya una mayor igualdad laboral, expresaron las especialistas.
Y extender la licencia de paternidad, para que también los hombres asuman con más responsabilidad el cuidado de los recién nacidos, es otra acción eficaz que puede ayudar a una mayor inserción laboral de las mujeres, opinan las especialistas.
Desde la crítica a la manera como se visten hasta la abierta segregación de puestos directivos son aspectos que sufren.
“Nuestras opiniones son menospreciadas, pero cuando ellos opinan algo igual, esas ideas sí son brillantes”. “Cuando participamos en reuniones, a quienes interrumpen más son a las mujeres”. “La mayor parte de los cargos directivos son para hombres. Desde ahí se perpetúa la violencia hacia las mujeres”. “Tengo hombres a mi alrededor que ven a mujeres que sufren acoso y no hacen nada para tratar de ayudarlas”. “A las mujeres se les exige, en muchas ocasiones, tener cierto aspecto físico y determinada presentación en los trabajos, carga que a los hombres ni se les pasa por la mente pedir en las empresas”.
Con estas palabras se expresan Valeria Moy de México ¿cómo vamos? y Viridiana Ríos, analista política, sobre el ambiente hostil cotidiano que sufren las mujeres en sus centros de trabajo, es decir aquellas tienen la oportunidad de insertarse a un empleo remunerado.
“En el último año, el ingreso laboral de los hombres aumentó 4.0% real, mientras que el de las mujeres lo hizo en 2.6%, según cifras del Coneval”, añade la analista política Viridiana Ríos, sobre datos duros que reflejan la inequidad laboral en el país.
El Inegi también muestra que, en cuanto a informalidad, la tasa para hombres es de 55.3% de los ocupados, en cambio que para las mujeres es dos puntos porcentuales mayor, es decir, 57.6%, lo cual “ponen en desventaja a las mujeres en cuanto a prestaciones laborales, en particular el relacionado al momento de su jubilación”, comenta Valeria Moy.
“Esto significa que, por cada 100 hombres formales, hay 62 mujeres en la misma condición. Desde 2017, mientras la tasa de informalidad en hombres continuaba bajando, la de mujeres se estancó e incluso subió. Eso significa que cada vez más los hombres se están quedando con los empleos formales”, puntualizó Viridiana Ríos.
Fuente: Excélsior